Por Dany García
*Organizados por el Centro de Cultura Digital, en colaboración con el Bosque de Chapultepec, se realizaron tres talleres y una caminata nocturna, entre otras actividades.
*Distintos espacios naturales sirvieron de inspiración para las dinámicas
Coneme / La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Centro de Cultura Digital (CCD), en colaboración con el Bosque de Chapultepec, llevó a cabo “24 horas de desconexión”, una jornada especial de acción y reflexión sobre cómo repercute el uso intenso de los dispositivos digitales y el tiempo que se pasa en internet en la vida cotidiana.
De acuerdo con el INEGI, una persona usuaria de internet pasa, en promedio, hasta nueve horas de su día conectada, lo cual genera una dependencia que puede alterar la conducta, con la pérdida de habilidades sociales o la intensificación de varias formas de ansiedad.
El evento comenzó el viernes 6 de junio, en las instalaciones del CCD, con una charla-taller sobre ansiedad digital, en la que las y los participantes guardaron sus celulares y reflexionaron sobre los efectos físicos y emocionales de la hiperconexión. Mediante un «Mapa de ansiedades», identifique cómo el uso excesivo de pantallas afecta su cuerpo.
Siguió una sesión de escucha en la Quinta Colorada, guiada por la artista sonora Ivonne Valdez, con base en la metodología de Pauline Oliveros, quien combinó meditación activa con sonidos ambientales para fomentar la relajación profunda. «No se trata de apagar la mente, sino de reconectar con el cuerpo a través de la escucha», explicó Valdez.
La sesión, dio pie al concierto inmersivo de Piaka Roela, quien guió al público en una relajación mediante grabaciones colectivas de naturaleza y guitarra eléctrica para crear un espacio para «olvidar el tiempo frenético de las pantallas».
«Por primera vez en meses, mi cuerpo y mente descansaron en armonía», destacó Mónica Martínez, parte del público.
Al caer la noche, se realizó una caminata sensorial por el Bosque de Chapultepec. «Es reconectar con los sentidos de quienes nos acompañan, no con una pantalla», explicó la mediadora Ana Cecilia Medina. El recorrido llevó al grupo por los alrededores del Castillo de Chapultepec, con paradas junto a lugares emblemáticos del Bosque y la orilla del Lago menor de la primera sección.
Al día siguiente, sábado 7 de junio, se realizó el taller de haikú, que impartió Luis Téllez Tejeda –también conocido como Pávido Návido–; fue un acercamiento al género (una forma poética de origen japonés que, por su estructura y temática, va a contracorriente de la vida conectada). El tallerista compartió las premisas y, como referencia, se leyeron obras de autores célebres que la han explorado. A partir de esto, las y los integrantes del grupo desarrollaron sus ejercicios de escritura.
Además, se realizó un Recorrido de haikús visuales; un taller de observación que invita al público a ejercitar la mirada fotográfica fuera de los dispositivos digitales. En la parte teórica, el tallerista Álex Tapia invitó a crear imágenes visuales que no se registrarán ni almacenarán en ningún aparato, solamente en la memoria.
El grupo salió de la Quinta Colorada para hacer una caminata por los alrededores, un espacio que, como el resto del Bosque de Chapultepec, es rico en puntos de encuentro de lo natural con lo urbano. Para Tapia, «en todo lugar puede encontrarse una buena fotografía. Lo importante es la composición y para eso hay que desarrollar una cierta mirada».
Rumbo al final de la jornada de desconexión, ocurrió el taller “Carta de amor escultórica” mismo que propuso un acercamiento al género epistolar, considerado a partir de su soporte material (es decir, escrito en papel o cualquier otro medio físico, que excluyó la escritura en dispositivos digitales). En él, las y los participantes compartieron misivas que han escrito o recibido, especialmente aquellas de amor.
Esto sirvió de base para crear obras que se redactaron al momento y fueron acompañadas por esculturas efímeras, realizadas a partir de objetos que fueron recolectados en las inmediaciones de la Quinta Colorada. «Cuando leímos algunas cartas personales fue una experiencia muy emocional, porque el material que se utiliza para escribir una carta es lo más personal. Esta forma de escribir es catártica, totalmente distinta a la pantalla», afirmó la tallerista Mariana Leyva.
“24 horas de desconexión” forma parte de un proyecto que inició hace dos años por el Centro de Cultura Digital, a través de los talleres dirigidos por Alejandro Gómez Escorcia en el Laboratorio de Ética de las Máquinas. Son espacios diseñados para personas interesadas en reflexionar sobre el uso de las tecnologías como herramientas para fortalecer lo colectivo.