María Esther Beltrán Martínez

Coneme / MÁLAGA, Esp.-  Poder ofrecer oportunidades a las nuevas generaciones es un trabajo certero y que sin duda pone en claro el talento que existe. Y como ejemplo esta  Ópera Estudio de Málaga que pone en el escenario a  Carlos Álvarez y doce jóvenes solistas que subieron por primera vez y presentaron

El gitano por amor, obra que el tenor, compositor, productor y maestro de canto sevillano Manuel García compuso hace casi dos siglos y que aún no había sido estrenada.

 En la 36 Temporada Lírica se  cumple el doble propósito de Ópera Estudio de Málaga (ÓEM): rescatar  patrimonio operístico y contribuir a la formación artística y profesional de las nuevas hornadas de cantantes líricos.

Y vaya que se demostró el talento que hay. Los tenores Carlos Álvarez, Elías Torricelli, José Ángel Florido y Alejandro Aparicio, las sopranos Suzana Nadejde, Marianna Martirosyan, Aurora Galán y Lucía García Guerrero, las mezzosopranos Begoña Gómez y Ana Molina García y los barítonos Javier Povedano, Julio Nomdedeu y Francisco Bermudo recibieron una muy buena ovación del público.

Carlos Aragón, director musical ante tal reto expresó: “una sucesión de arias, duetos, tríos y concertantes realmente apabullantes”, una partitura escrita con un “estilo compositivo fresco y brillante”, lleno de ecos belcantistas y que demuestra que García “estaba al corriente de todas las tendencias compositivas de su tiempo”. Por el talento que presentó se merece una mención muy especial.

Qué importante es poder estrenar obras en la ópera, un género que es tan completo, pero a la vez tan complicado de montar.

Sobre la obra. Es el último trabajo de Manuel García, compositor sevillano, y afanado cantante. Artista internacionalmente conocido en su época, no solo tuvo grandísimo éxito como intérprete, siendo el predilecto del mismísimo Gioacchino Rossini, sino también  como compositor de excelentes óperas de gran calidad y virtuosismo interpretativo, explica Carlos Aragón, director musical en el programa de mano.

En esta ocasión, presentamos su última gran obra, que aún no ha sido editada oficialmente ni estrenada en ningún teatro del mundo. El manuscrito, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de París, nos revela una pieza de gran fuerza, dividida en dos actos. A lo largo de estos, se sucede una serie de arias, duetos, tríos y concertantes que resultan realmente impactantes.

Esta composición, escrita durante el trayecto en barco de Veracruz a Cádiz, tras una gira por México, es prácticamente su última gran creación. Muestra la madurez del compositor, con un estilo fresco y brillante. Su dominio de las tendencias compositivas de la época es evidente, sin perder el rigor del bel canto, al más puro estilo «rossiniano» o incluso «mozartiano». Al mismo tiempo, incorpora técnicas propias de la grand opéra francesa, recordando a Meyerbeer.

Además, combina todo esto con el aire típicamente andaluz de tonadillas, aires y seguidillas, que otorgan a la obra un sello inconfundiblemente «hispano».

El escenario:  Desde el inicio presentan una cortina roja, que al principio me gusto, pero después era molesta para la vista. El excesivo color rojo que imperó en el montaje en algunas ocasiones no dejó lucir a los cantantes que se perdían. Un panel de flores ocupa el primer acto muy saturado y en el segundo acto se juega con varias filas de sillas en blanco, que no viste la escena sino deja confusión.El  final para mostrar que todo es perfecto los cantantes se colocan en unos marcos floridos y  lucen unos corazones de papel.

En concreto se puede decir que el trabajo realizado y el propósito es muy bueno y de felicitación. Siempre habrá detalles que ajustar, pero sin duda alguna el talento musical y vocal tiene un punto y aparte y demuestran que hay mucho talento que en próximos años ocuparan lugares privilegiados en la cartelera operística nacional e internacional.