María Esther Beltrán Martínez
Coneme / Madrid, España.- El Museo Nacional del Prado exhibe 56 obras desde el Antiguo Egipto, pasando por el mundo romano y el Renacimiento para concluir a finales del Barroco. Además que ha dado a conocer la rehabilitación de la galería jónica norte que se sitúa junto a la Galería Central en la primera planta, para ampliar la visibilidad de sus colecciones de escultura y artes decorativas de manera permanente.
Leticia Azcue Brea, Jefa del Área de Conservación de Escultura y Artes Decorativas del Museo Nacional del Prado explica que la presencia y la importancia de la escultura en el Museo del Prado
se remonta a sus orígenes mismos.
“Una vez fundado el Real Museo de Pinturas en 1819, ya en 1826, se encargó al primer escultor de Cámara, José Álvarez Cubero visitar los Palacios Reales para seleccionar obras que deberían incorporarse al Museo. Esta tarea la continuó el escultor Valeriano Salvatierra trayendo esculturas en diferentes remesas, y exponiendo algunas de ellas. En 1838 la institución pasó a denominarse Real Museo de Pintura y Escultura y al año siguiente se abrieron, de manera oficial, las salas destinadas a esta materia. En la segunda mitad del siglo XIX, la colección escultórica continuó ampliándose y, sobre todo, incorporó obras premiadas en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes”
El actual proyecto, que hoy se inaugura, quiere recuperar uno de ellos, el situado en el lado norte, recién acondicionado arquitectónicamente, evocando de manera permanente, el valor expositivo de esa antigua fórmula que es la “galería”.
“Las esculturas se muestran en un sugestivo espacio dotado de luz natural, donde poder disfrutar de las mismas y detenerse en su contemplación, en su realización plástica y en su particular cromatismo”, explica Azcue Brea.
La selección abarca una amplia secuencia cronológica, que se inicia con dos cabezas egipcias, una representación de este periodo artístico, muy reducido en la colección, que se completa, a nivel expositivo, con otras dos obras que el Prado tiene depositadas permanentemente en el Museo Arqueológico Nacional.
“La enorme variedad de modelos hablan de la validez del lenguaje clásico y de su reinterpretación. El retrato tiene un protagonismo muy especial, donde conviven al mismo tiempo estereotipos, idealización y el realismo más veraz – explica.
El público puede tener la necesidad de conocer los rostros de personajes ilustres se remonta al pasado grecolatino y esto se puede observar en ejemplos muy significativos, desde versiones hechas en Roma, de filósofos y escritores griegos, como Homero, Jenofonte o Sófocles, a retratos de grandes personajes de su historia como la emperatriz Julia Domna, pasando por elaborados retratos de damas o interpretaciones romanas de iconografías egipcias.
Al respecto explican que composiciones de bulto redondo renacentistas muestran retratos como los de Julio Cesar o Cicerón, o idealizadas composiciones como la de Hermes-Antinoo, para concluir en el intenso rostro de una Medusa de finales del siglo XVIII. Emperadores, emperatrices, reyes, filósofos, poetas, damas romanas, musas y otros personajes mitológicos, alegorías y hasta detalladas representaciones animalísticas entre otros, dan una precisa idea de una parte de las ricas y variadas colecciones del Museo del Prado. El conjunto se completa con destacados vasos de pórfido, el material imperial por excelencia, y con una evocación a los viajeros por Italia con una vista de la “Gruta de Posillipo en Nápoles”, lugar de peregrinación relacionado con la tumba de Virgilio. Todas estas esculturas recuerdan que, en su día, pertenecieron a algunos de los personajes más destacados en la historia del coleccionismo internacional, como Cristina de Suecia, Diego Hurtado de Mendoza o José Nicolás de Azara y que fueron adquiridos, en su mayoría, por los monarcas españoles para la decoración de sus palacios y sitios reales, desde donde pasaron en el siglo XIX al Museo del Prado.