Por Augusto Manzanal Ciancaglini / Politólogo
Recientemente se han visto algunos movimientos militares amenazantes por parte de Rusia y China.
Moscú acumuló tropas a lo largo de la frontera con Ucrania. Simultáneamente, China comenzó a realizar
ejercicios de asalto anfibio e incursiones aéreas en la llamada zona de identificación de defensa aérea de
Taiwán.
Rusia robustece con la venta de su armamento las capacidades de defensa aérea y submarina de China; así
Pekín pretende contraponer su presencia en el Indo-Pacífico. Rusia y China han estado realizando
ejercicios militares conjuntos justamente allí.
Ante un potencial aumento de la coordinación chino-rusa, que se adorna con los planes de fabricar en
China la vacuna rusa, Washington desagua sus alianzas en una contención que salpica. Para eso deberá
fortalecer su apoyo a la Iniciativa de los Tres Mares (I3M), la cual es una plataforma de colaboración
entre doce países de Europa Central y Oriental que se encuentran entre tres mares: Báltico, Negro y
Adriático. Esta Alianza, inexorablemente liderada por Polonia, tiene como objeto alejar de la región la
influencia rusa que circula a través del gas.
Estados Unidos intenta sofocar a Rusia con Europa Oriental y debe aprovechar la favorable brisa
occidental para soplar a Pekín; la Unión Europea ofrece una suspensión de la ratificación del acuerdo
comercial con China y espera iniciar conversaciones con la India, al mismo tiempo que Francia y Reino
Unido envían al mar de la China Meridional un submarino nuclear y un portaaviones, respectivamente.
Alemania se sitúa en otro plano de esta historia.
La clave estadounidense se vuelve triple en cada terreno: con el manto de la OTAN la contención de
Rusia se juega por medio de los tres mares mencionados y con tres bloques; los vecinos rencorosos, el
renovado Imperio otomano y las potencias de Europa Occidental.
Con las diferencias de tensión propias de un contexto diverso en el tipo y grado de expansionismo, en el
Indo-Pacífico también parece configurarse una envoltura trina: a un ASEAN menos reactivo, pero
consciente de hasta dónde debe depender, se le superpone el QUAD y luego la UE. Este escenario se
estructura en el mar de la China Oriental, en el mar de la China Meridional y quizá también en el mar
Arábigo, en donde cayeron los restos del cohete chino Long March 5B y se vuelca la ambición de Pekín a
través de Pakistán.
Otra forma de verlo es que el Océano Índico y el Océano Pacifico estrangulan el mar de la China
Meridional, núcleo de las pretensiones chinas. Moscú, en cambio, se topa con otra cortina más cercana. El
Ártico y el encuentro terrestre en el corazón de Asia son las lógicas válvulas de escape.
Rusia y China tienen que calibrar su flujo alternando con astucia el buceo y el chapoteo, incluso entre
ellos.
Estados Unidos, por su parte, deberá aprovechar el doble Trimarium para trocear y empapelar a sus
rivales, pero dejándoles varios respiraderos: desde los tres mares se navega hacia el naufragio de un
eventual mundo de tres superpotencias.