Gabriela Martínez Hernández

Segunda y Última Parte

Coneme / Prosigue la profesora su cruda narración: La segunda ocasión recuerdo que pasaron algunos años, pero para entonces, nuestro compañerismo ya era más distante. Él trataba de hablarme como si nada hubiera pasado, yo trataba de evitarlo lo más que podía. Para mi mala suerte tenía que verlo cada mes, cuando teníamos reuniones de promotores de Arte de la zona escolar.

Sin embargo, él pederasta siempre buscaba la forma de acercarse a mí para decirme que me veía muy bien. “Que mis pies eran muy bonitos…” Yo hacía como que no lo escuchaba, y me daba la vuelta; pero en repetidas ocasiones insistía mucho con mis pies.

Una ocasión tuvimos una asesoría de pintura. Su taller, donde da clases particulares, está en el mismo edificio donde tenemos las reuniones mensuales y, como él era el ponente, nos llevó a todos a su taller para darnos la asesoría.

Al terminar, a todos los compañeros nos ofreció un licor de frutos comentando: “pruébenlo maestros, está muy rico”. Y les empezó a repartir. Cuando la mayoría de los profesores empezaron a retirarse. Yo estaba guardando mis cosas, cuando él se acercó a mí y me dijo: no lo vas a probar… de lo que te pierdes, te va a gustar, es de tejocote. Y le contesté con un tajante ¡No!

Entonces, pasé al baño a lavarme las manos que estaban manchadas de pintura, cuando salí éste sujeto me esperaba en el pasillo, cerca de los salones, de su taller y de otras oficinas de Supervisión. Recuerdo que el taller ya se había quedado vacío. Cuando yo iba a recoger mis cosas él entró después de mí y dentro de su taller me insistió que probara el licor. Él ya lo tenía servido en un vaso pequeño.

“Pruébalo, te va a gustar”. Me negué: No, muchas gracias. Ya me voy.

– No, espera, te puedo decir algo. Le contesté: qué quieres, no me lo voy a tomar.

Pero –añadió– te puedo tocar tus pies.

Le pregunté: qué te pasa. Ve a tocárselos a tu esposa.

Noté que él quería cerrar la puerta de su taller, y le dije: qué te pasa, abre la puerta o te armo un desmadre. En ese momento sentí seguridad porque enfrente de ese taller hay una oficina de nivel preescolar que pertenece a otra zona y yo sabía que ahí aún había gente.

Él, mostrándose algo nervioso, terminó por abrir la puerta. Solo pude gritarle que jamás me volviera a dirigir la palabra, y salí muy rápido. En ese momento, solo esperaba llegar a mi casa. Me sentía muy mal.

Al terminar de comentarle a la maestra todo esto, ella se mostraba sorprendida, y repetía: por qué no hiciste algo. Ya pasaron muchos años. Antes no teníamos información sobre lo que era el acoso sexual laboral pues estaba hablando de 15 años atrás, cuando me ocurrió la primera vez solamente se habrían reído.

La siguiente ocasión sucedió hace 9 años, cuando estos hechos no se revelaban, o simplemente no se sabía que se podían demandar. Desconocíamos los derechos que teníamos como mujeres en caso de sufrir abusos de estos dementes. Ahora lo sabemos por las asesorías jurídicas que hemos tenido los maestros. Pero, desde entonces a éste sujeto no le dirijo la palabra. Para mí es muy difícil estar donde también él se encuentra.

Después de haber enfrentado todo esto supe quién era la niña que se había manifestado. También es de Temascalcingo, también de la cabecera municipal. Ella tiene actualmente 17 años, aún es menor de edad; aunque cuando le sucedió su tragedia ella sólo tenía 12 años de edad.

Ella me platicó que estudiaba el sexto de primaria cuando sufrió al ataque del mismo “profesor” Nicolás Mondragón. “Me ofreció darme clases gratuitas de pintura en su taller, y después de un rato en que me tomaba de la mano para que yo aprendiera a utilizar las brochas, me quiso abrazar y cerró la puerta con llave.

“De pronto se escuchó el ruido de una motocicleta que se detuvo afuera, yo le dije que era un familiar que iba por mí, y fue así como decidió abrir la chapa. Salí corriendo y le pedí a mi madre que no me volviera a llevar a ese maldito taller”.

Ese abuso sucedió en el taller-guarida-secreta del pederasta, lugar perfecto para realizar sus fechorías, porque en las escuelas primarias es muy discreto. Madres de familia de las comunidades de la misma zona donde él “da clases”, coinciden con los mismos señalamientos: “Es un demente”.

Me confesaron de las “acciones raras” del pederasta, quien incluso chatea con alumnas del quinto grado de primaria a quienes les dice que “son muy hermosas”, y como las humildes madres de familia no distinguen que eso es parte de un acosamiento, lo ven como si fuera algo normal. Ellas acusan que hasta bromea y les pide le presenten alguna mujer, porque su esposa falleció en la pandemia.

Ahora, a partir de que se han difundido en redes sociales sus fotos y denuncias en su contra, ya en varias escuelas del municipio le han impedido el acceso. Muchas madres lo conocen como el “profesor pedófilo”.

La semana pasada me informaron que mi caso ya está en “Disposición Jurídica” por parte de la Secretaría de Educación; pero no sé qué vaya a suceder, porque se dice que aún no existen demandas en su contra por parte de una alumna o madre de familia de alguna escuela donde él “da su servicio como promotor de artes”.

Autoridades han dejado entrever que, si no hay denuncias, no pueden proceder en su contra.

Es un verdadero peligro para las alumnas y el mismo personal educativo que este tipo de enfermos desviados pongan sus pies en instituciones educativas, y se llenen la boca de asegurar en su falsa defensa: “soy un gran pintor”.

No sabemos a quién podemos tener como maestro de nuestros hijos, o hasta verlo sentado en el templete de un evento cívico dando la cara como un gran maestro. ¡Quitémosle su cortina de humo! ¡Debemos desenmascarar a esos pederastas que se ostentan y ocultan como: “artistas”!

Fin.