Por Lic. Alberto Woolrich Ortíz.

Coneme / Todos los hombres que se precian de conocer las leyes de la República bien saben que cuando se trata de defender, es necesario que ejerciten sus funciones propias, sin depender absolutamente de nadie, ni de las autoridades, ni de los jueces y aún menos del poder ejecutivo; como abogados “no pretendemos tener ningún inferior, pero tampoco reconocemos ningún superior”, los versados en Derecho siempre hablan de igual a igual; sin las ligaduras que sujetan a los políticos.

En el neoliberalismo y aún en ésta Cuarta Transformación hay políticos que al ejercer lo que dicen ser su arte se consideran así mismos infalibles, intocables; justo es reconocer que en sus ritos y aún más aún en sus obcecadas costumbres, parecen obedecer al propósito, capricho u ocurrencias de quien resulta ser el presidente en turno. Utilizan todos ellos formulas de tradicional reverencia y sus frases siempre son las mismas —“lo que usted ordene señor presidente”—, – –“su preclaro entendimiento y sabiduría para gobernar han engrandecido a México”—, y así sucesivamente. Sin quererlo, todas esas ceremonias de sumisión e indignidad producen en torno a ellos una repulsa nacional.

En cambio, la profesión de la abogacía tiene y contiene grandes diferendos con el arte de la política. Nosotros replicamos cuando observamos un incorrecto actuar de la autoridad, cuando vemos una mala ley, cuando percibimos un peligro para nuestro México, acaso producto de una tontería o hasta de una mentira tempranera, con ello protestamos y demostramos que los quehaceres políticos no son infalibles.

Ésta distinta escuela de profesiones o de repulsiones se advierte claramente en ésta Cuarta Transformación de la República que se dedica al desprestigio de nuestras leyes, no pueden esos políticos desligarse del mal habito mental de referencia y de no aceptar la verdad cuando se los refutan sus mentiras.

Antigua y reciente es la queja de los políticos contra los abogados, a quienes nos acusan de ser los primeros y únicos responsables del descrédito en el cuál ha caído la política; pero los fundamentos de ese malestar, no son ni nuevos, ni singulares.

La tenacidad y habilidad de ciertos políticos, capaces de hacer aparecer una mentira como verdad, es una amenaza constante a nuestro México.

Son ciertos políticos bien identificados quienes, en éste momento, pretenden sembrar entre la opinión pública las sospechas contra los “traidores a la patria”, todas sus arengas, todas sus filípicas, todos sus discursos, todos sus recursos, contienen una crítica, forzosamente parcial y, por tanto, casi siempre, tendientes al desprestigio de quienes no piensan como ellos.

Políticos ingenuos que después de tantos años de buscar el poder, dejaron de creer en la justicia, en las leyes, en nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. La justicia está ahí y es necesaria y México quiere que prevalezca sobre la política. Ahora ustedes señores políticos van a escuchar a la abogacía la que les hará comprender que la justicia no se encuentra protegiendo a la narco- política y menos aún respetándola. Ahora la abogacía va a ejercer su propia función en defensa de México, sin dependencias, y aún menos,
del poder del narcotráfico.

Es cuanto.