Por Jaime Arizmendi

Coneme / Los estudios más recientes muestran que, aunque la inmunidad producida por las vacunas contra el COVID-19 disminuye con el tiempo, éstas son efectivas para lograr menores tasas de infecciones, de hospitalizaciones y de muertes, así como para evitar que el virus siga reproduciéndose y evolucionando en formas tal vez más peligrosas, señala una investigación elaborada por la Dirección General de Investigación Estratégica del Instituto Belisario Domínguez (IBD).

El estudio “Covid-19. Variante Delta y efectividad de vacunas”, elaborado por la investigadora Concepción Torres Ramírez, apunta que, hasta la fecha, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha autorizado seis vacunas para su uso de emergencia en personas mayores de 18 años, de las cuales, Pfizer —que se comercializará con el nombre de Comirnaty— es la única que cuenta con la aprobación total de la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés) para su uso en personas mayores de 16 años —además de que antes había sido autorizada para su uso de emergencia en jóvenes de 12 a 15 años y para la administración de una tercera dosis en determinadas personas.

El documento del IBD explica que la verdadera efectividad de una vacuna depende de múltiples factores, entre otros: el tipo de vacuna, cuántas dosis, cuánto tiempo transcurrió entre ellas, la edad y las características de salud de cada persona, si hubo una infección previa que proveyó de inmunidad natural, así como las variantes del virus.

La investigación refiere que, a medida que la vacunación avanza en el mundo, se registran más casos de personas totalmente vacunadas que contraen el virus, sin embargo, también se ha comprobado que la gravedad de la enfermedad es mucho menor, lo mismo que el riesgo de hospitalizaciones y de muertes.

 

En ese sentido, la investigación afirma que, si bien la confianza en la efectividad de las vacunas se ha puesto a prueba con la aparición de Delta, la ciencia ha mostrado que éstas siguen siendo efectivas para aminorar el daño y para evitar que el virus siga reproduciéndose y evolucionando en formas tal vez más peligrosas.

Por otro lado, sostiene que la aplicación de una tercera dosis no debería seguir la lógica del mercado, sino sustentarse en pruebas, considerando los beneficios y riesgos para las personas y la sociedad y, sobre todo, la falta de acceso que a las vacunas que prevalece en los países con menor grado de desarrollo.