Por Alberto Woolrich

Coneme / Se cumplen meses de la sentidísima partida de un togado ejemplar, su viaje sin retorno, sigue afectando a la abogacía del Estado Libre y Soberano de San Luis Potosí y por qué no decirlo así de todo México, dado ello la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C., siente y vive la apremiante necesidad de recordarlo en toda su grandeza. Solo la muerte logró que dejara de pensar en la justicia, que dejara de bregar para que el pueblo obtuviese ella, se ganó a pulso el reconocimiento como uno de los grandes procuradores y defensores de la Diosa Themis: Me refiero por desde luego a Don Virgilio Garza y Garza, potosino ejemplar que ya descansa en paz.

Con emoción ferviente, los abogados de hoy venimos a rendir tributo —de homenaje y respeto— a un gran togado de ayer, enmarcado en simbiosis de los ideales de justicia insertos en nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, con el ejemplo que nos ha legado Don Virgilio Garza y Garza, el cual se enfrentó en su momento de manera valiente a las fuerzas enemigas de la justicia, que lejos de estar vencidas, en el hoy y en ciertos sectores de la república pretenden fortalecerse, por lo que los togados requerimos estar atentos en la defensa de los ideales de justicia, para ser congruentes con el pensar y actuar de Don Virgilio.

Su pensar y su actuar fue recogido con inteligencia y gallardía por sus herederos. Legó una huella perpetua en la abogacía. Ahora tiene su pedestal convertido en Fiscal General de Justicia del Estado de San Luis Potosí, su nombre Federico Arturo Garza, heredero de los valores del padre. Pragmáticos ambos en la más acerada de las fórmulas para procurar y obsequiar justicia, idealistas al procesarla, espartanos en su conducta diaria, siempre portando sus togas con dignidad al procurarla. Sabedores de que: “La cúspide se alcanza superándose a uno mismo”.

Ninguno de los dos jamás dijo “no poder”. De pie, ambos procuraron y procuran justicia.

Lo que Don Virgilio recomendó a su hijo, como prenda de su éxito; era “voluntad sin desmayo y siempre presta para procurar justicia”, siempre dijo: “en nuestra profesión, más que en cualquier otra, el porvenir es de los que luchan, de aquellos cuyo firme propósito llena el alma y el espíritu, de quienes tienen el valor de consagrar a ella atención, esfuerzo, palabra, sudor y sacrificio de ser necesario”.

Un mundo de recuerdos y vivencias se agolpan en la mente de los togados pertenecientes a la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A. C.. Al evocar el recuerdo de un gran jurista, es de lamentarse su obligado tránsito hacia nuevos recintos de procuración de justicia. Para quienes todavía ejercemos la nobilísima profesión de la abogacía sabemos que hemos perdido a un gran luchador en las complicadas lides de procurar y otorgar justicia. Su muerte le cala muy hondo a la abogacía independiente de la Nación.

Honesta fama est alterum patrimonium. Descanse en paz Señor Procurador, descanse en paz Señor Letrado.