Por Alberto Woolrich
Coneme / Desde el principio de todos los tiempos ha existido entre los abogados un vinculo de fraternidad profesional, esta hermandad ha surgido de forma natural y la misma ha movido al surtimiento de consecuencias en nuestra formación académica, los mismo estudios nos hacen bregar en trabajos a fin de oponernos a todo tipos de injusticias; en esa cofradía hemos aprendido ha conducir nuestros pensamientos y nuestras acciones conforme a las mismas reglas.
En México, dado lo antepuesto, de generación en generación, los abogados nos formamos en aquellos ideales de justicia, en las aulas universitarias los catedráticos nos ilustraron con base a la precisión que deben contener los argumentos en busca de ella, la claridad de ellos, la mesura y respeto a fin de que las autoridades nos la obsequien conforme a derecho.
En aquellos viejos tiempos, los togados debían sostener por ellos mismos los derechos de sus justipréciales ante los jueces. La ley nos obligaba a comparecer ante el tribunal y explicar las razones mismas por las que pedíamos justicia, podíamos contar con la asistencia de jóvenes pasantes aspirantes a la cofradía, los cuales sostenían nuestros libros de leyes para complementar esas explicaciones, argumentaciones y razones para conquistar justicia.
¿Quién no conoce del juramento que debemos rendir con el objeto de obtener esa patente que nos permite ejercer como licenciados en derecho? .
Para acudir ante los tribunales y en defensa de nuestros clientes se nos exige contar con la condición de libertad de pensamiento, ello nos hace superiores ante ese noble empleo de autonomía. Libertad que exige no ser sumisos ni ante la arbitrariedad, ni ante la ignorancia, ni ante la corrupción de las togas que juzgan.
Mucho mas de antiguo los recintos de justicia eran lugares tan santos, que antes de las audiencias se les regaba con agua lustral, para advertir a jueces y magistrados que a las salas de justicia solo podían tener ingreso lo que fuese puro, lo exento de corrupción; nuestras togas efectuaban un sagrado juramento en el que se prometía y comprometía a no servir a algo ajeno para hacer triunfar a la justicia y a la verdad. Sabíamos que no podíamos avergonzarnos a decir lo que no nos avergonzaría de pensar. ‘’Non pudeat dicere quod non pudeat sentirse’’.
Cuentan nuestros ancestros que las artes del oficio que el abogado desempeñaba en bien de la justicia, le abrían el camino de las altas funciones de la Nación, la razón era ‘’que esas togas y conocimientos profesaban una verdadera idolatría para la justicia‘’.
Estas son queridos lectores, aunque en una apretada síntesis, alguna de las pulidas aristas de esta sagrada profesión, intersecciones que en esta Cuarta Transformación de la Nación hoy extrañamos por tanta corrupción, incorrecta interpretación de la norma, complicidad con el narcotráfico, abuso de poder, implicación de inocentes, fabricación de pruebas, etc.,etc.; dado ello la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México A.C., a la par con el Foro Independiente de la Republica hace unas invocaciones a fin de retomar esas añejas tradiciones, basadas en el juramento de ser fieles a la justicia y a nuestro México.
Debemos de bregar a fin de retomar y retornar a esos caminos; para ello se requiere la virilidad y fortaleza que nos otorga la verdad, con ello, nuestro sagrado suelo reencontrara su destino en el 2022.