Mario Iván B. Ruíz
Coneme / La trata de personas es un crimen de larga data histórica, el más brutal que alguien puede vivir: la ruptura de seres humanos mediante el despojo de su dignidad para convertirlos en objetos comercializables, usables para el beneficio de otros, afirma en entrevista Mario Luis Fuentes Alcalá.
El titular de la Cátedra Extraordinaria Trata de Personas de la UNAM señala que ese fenómeno ha crecido y está inmerso en una crisis de seguridad y de justicia, así como de erosión de las capacidades de protección de los espacios primarios de cuidado y socialización como hogares y escuelas.
Con motivo del Día Mundial contra la Trata, que se conmemora el 30 de julio, agrega que este ilícito es la suma de todas las vulneraciones y violencias simultáneas, interrelacionadas, y que se potencian una a otra. Este año, el lema de la efeméride es “No podemos dejar a ningún niño o niña atrás en la lucha contra la trata”.
De acuerdo con el especialista, es un hecho de “profunda oscuridad”, del cual no existen cifras certeras. “Hay muy pocas denuncias: en general, solo uno de cada 10 delitos es denunciado en nuestro país; pero en el caso de explotación sexual, trabajo o matrimonio forzados, mendicidad, etcétera, es aún menor”.
El experto alerta que una víctima seguramente también padeció otras transgresiones, como la explotación infantil, y desventajas sociales como pobreza o marginación. En ese sentido, la Cátedra ha visibilizado todas las violencias como procesos interrelacionados, que pueden llevar a ese otro crimen, el más grave de todos.
Desde la antigüedad
Lo que en la actualidad llamamos trata de personas es realmente uno de los flagelos más antiguos de la humanidad. La referencia histórica inmediata es la esclavitud, como una manera del uso de seres humanos para enriquecimiento de otros, ultrajando sus derechos.
“Estas imágenes terribles de la esclavitud en todo el mundo dan cuenta de que el abuso de unos, que tienen el poder para someter y usar los cuerpos y capacidades de otros para su propio beneficio, es un elemento que ha acompañado a la humanidad en la historia”, enfatiza.
A partir del siglo XIX se han realizado esfuerzos para prohibir la esclavitud: en el caso mexicano, en los Sentimientos de la Nación, documento de José María Morelos y Pavón (1813), hay un compromiso expreso de abolirla, pero al igual que en otras naciones ha acompañado el desarrollo de México desde siempre.
En el año 2000 los países firmaron un acuerdo titulado Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional y sus Protocolos, conocido como Convención de Palermo, para definir, prevenir y sancionar la explotación de seres humanos, y a partir de 2001 el mundo, incluido México, generó marcos legislativos en la materia.
Fuentes Alcalá detalla que este tema tiene una dimensión visible: aquella que se realiza con fines de explotación sexual. Al respecto refiere que nuestro país vive una cultura tolerante al abuso sexual, machista, violenta hacia las niñas, mujeres y personas de otros géneros.
No hay duda de que la trata con fines sexuales ha sido uno de los centros de este crimen, el más visible y documentado, incluso con evidencia de que hay lugares o regiones en los que el abuso de infantes y adolescentes es extendido, asevera.
Ello muestra que numerosas personas menores de edad carecen de protección del Estado y también en los espacios familiares, para evitar ser víctimas. “No hay que olvidar que el victimario puede ser alguien cercano: el padre, un amigo, un tío, un pariente, etcétera, y eso fractura aún más a los individuos”, añade.
De acuerdo con la ONU, en el orbe una de cada tres víctimas de trata es un infante, en su mayoría niñas. Según el Informe Mundial sobre la Trata de Personas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, los menores tienen el doble de probabilidades que los adultos de sufrir violencia.
La proliferación de plataformas en línea supone más riesgos para ellos porque tienden a conectarse a estos sitios sin las protecciones adecuadas. Los niños, continúa el organismo, son objeto de diversas modalidades como trabajo forzoso, delincuencia, mendicidad, adopción ilegal, abusos sexuales y explotación sexual.
Entre las razones más comunes por las cuales niñas, niños y adolescentes son el blanco, están: pobreza, insuficiente apoyo ante el aumento de los flujos migratorios y de refugiados, conflictos armados, familias desestructuradas y falta de cuidados parentales, abunda.
Para documentar este fenómeno no hay datos; son mínimos los casos que llegan a ser visibles, y pocas personas identificadas como víctimas son rescatadas. Al respecto, Mario Luis Fuentes subraya que, por amenaza, miedo o conmoción, no logran asumirse como tales.
Un elemento que surge en los testimonios que hemos recabado, relata, es que el principal instrumento de “enganche” es la seducción, que ocurre cuando un individuo joven, un fin de semana en la alameda u otro parque, contacta a una joven, la enamora, la lleva a un lugar y ahí la deja para su explotación.
En otro caso “tenemos documentados a niños y jóvenes que, de pronto, ante la violencia en sus casas, reciben la oferta de formar parte de un grupo delictivo; por primera vez tienen reconocimiento, un teléfono celular, dinero y a veces un arma. Se sienten parte de algo”.
Para aminorar esta situación, considera el experto, se requiere poner en el centro que el principal objetivo del Estado mexicano debe ser garantizar los derechos humanos de todas las personas, y dar cuenta de que no podemos, por mencionar un delito, ignorar los otros.
Fuentes Alcalá recuerda que la Universidad Nacional, a través de la Cátedra, ha documentado, investigado y reunido el estado de conocimiento para alertar a su comunidad de esta situación; incluso, se cuenta con un concurso que premia a las mejores tesis de licenciatura, maestría y doctorado, ensayos, así como material audiovisual sobre el tema, porque “estamos obligados a generar no sólo conciencia, sino dar cuenta de la enorme complejidad asociada a él”.
El Día Mundial contra la Trata, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en la resolución aprobada el 18 de diciembre de 2013, debe servir para la reflexión crítica de la situación y darnos cuenta de que, sobre todo las infancias y las personas migrantes y desplazadas, están en alto riesgo de ser víctimas, concluye el universitario.