Alexia Poblete
*Abusador Sexual de Niñas Sigue “Dando Clases de Arte” en Primarias *¿Quién y Por Qué lo Protegen?
Coneme / Narración y denuncia: Tenía solamente 11 años de edad y, como cualquiera otra niña de un pueblo, era débil, temerosa, pero con un gran deseo de saber pintar al estilo de Frida Kahlo. Cuando fui víctima de acoso y abuso sexual de parte de Nicolás Mondragón, “profesor de arte” en Temascalcingo, Estado de México, en él mucha gente confiaba.
Y aunque esos delitos los sufrí hace seis años (ahora tengo 17), mi coraje por la impunidad del pederasta y “ante el riesgo que enfrentan otras niñas”, me di valor y decidí denunciarlo en un muro público instalado en el centro del pueblo.
La joven prosigue la narración:
– Eso que después se convertiría en un martirio, empezó cuando yo asistí a clases de pintura en la Escuela para Adultos de Temascalcingo. Al principio, todo iba muy bien, sin ningún problema; hasta que comencé a notar actitudes raras de ese demente hacia mí persona. Me empezó a mostrar un extraño afecto hacia mí.
Casi en cuanto me conoció, comenzó a mandarme mensajes por Messenger. Me decía: “mi niña de manos bonitas”, entre otras cosas, incluso llegó a abrazarme. ¡Maldito!, yo estudiaba el sexto grado de primaria y apenas tenía 11 años de edad.
Una vez que fui a clases a lo que él llama su “taller del arte”, sin saber por qué no habían ido los compañeros que asistían conmigo a las clases, no había nadie; yo estaba pintando un cuadro al óleo y me manché mi playera de la parte del pecho; sin esperarlo ni decir nada, me metió la mano por debajo de la blusa y me empezó a limpiar. Cuando lo hice sacarme la mano, él me tocó un pecho y hasta intentaba besarme.
Ya había llegado la hora de salirme, y aunque el loco se paró frente a mí al tiempo que me decía que me esperara “otro rato más”; cuando parecía que no me dejaría salir; por fortuna se escuchó el ruido de una motocicleta que se detuvo en la entrada y seguramente con el temor de que entrara alguien y lo sorprendiera, él se apartó de mi camino.
Enseguida, yo agarré mis cosas y salí corriendo para nunca volver a sus malditas clases. No obstante, todavía le escuche gritarme: “no le vayas a decir a nadie”.
Y, por la falsa vergüenza, o por el inútil temor del “¿qué van a decir de mí quienes lo sepan?, a nadie le dije nada, solo a mi madre y a mis abuelos. Mi abuelo, quien era profesor jubilado (ya falleció) me dijo que solo dejara de ir a las clases y que no se podía hacer más, “porque entre maestros no nos podemos perjudicar”. Eso me desánimo para denunciar.
Dos años después, decidí ir a la misma escuela y cuando entré al salón donde el torbo sujeto “daba sus clases”, me encontré a varias niñas. De Inmediato vinieron a mi memoria esas trágicas y estúpidas actitudes de las que fui víctima con ese pederasta; y saqué a las niñas y a los niños.
Les dije que la verdad hacía años él me había acosado y tocado por lo que no les recomendaba estar en ese lugar. Entonces me sorprendí cuando noté la presencia del “maestro”. Éste se sintió atacado y se empezó a poner demasiado nervioso.
Yo me dirigí a la Dirección de la escuela para denunciarlo ante la directora; pero ella no solamente dudó de lo que yo le dije, sino incluso me aseguró: “el profesor es un maestro ejemplar. Él nunca haría eso”. Y la directora, quien como mujer se supone debió proceder de otra manera para proteger a las alumnas; me exigió presentara yo las pruebas, pero que ya no se podía hacer nada.
Días después, con tremenda desfachatez, el nefasto “profesor” se hizo acompañar de una abogada para acudir al local donde mi abuelita tiene un negocio, su intención era intimidarnos. Por ello, y porque a mi mamá yo le había contado todo, le respondió que ella estaba a mis tiempos y que lo que quisiera hacer estaba en mí.
Fue así como, una vez que me enteré de la manifestación del 8 de marzo, que las mujeres podríamos marchar libres y denunciar a todos quienes nos hubiesen causado algún daño con sus abusos sexuales, muchas veces escondidos bajo el manto protector de su encargo o de autoridades, decidí exponer mi caso, en espera de salvar a otras muchas niñas que serán sus víctimas…
¿Qué es una persona depredadora? Suelen ser tacaños, egocéntricos y narcisistas. Su objetivo es el desmantelamiento moral, personal y psicológico de las víctimas, pudiendo causarles heridas muy profundas. Se trata de individuos que se sienten profundamente inferiores, aunque no den esa impresión, ya que se muestran arrogantes y grandilocuentes.