Por Crispín Barrera Ponce
-Es un camino para acceder a más documentos e investigaciones
-Destaca el mapa de Tenochtitlan, uno de los 600 mil originales que conserva la institución estadounidense Newberry
-La capital del imperio tenochca y su cuenca fue mostrada como una urbe medieval en medio de un lago americano
Coneme / La UNAM, a través de la Coordinación de Humanidades, suscribió un convenio de colaboración con la Biblioteca Newberry de Chicago, Estados Unidos, a fin de fomentar el intercambio académico de excelencia para la investigación, docencia y difusión de diversas disciplinas humanísticas y sociales, con base en las valiosas colecciones y tesoros que conserva esa institución, entre los que destaca el mapa de México-Tenochtitlan de 1524.
Obra impresa por Giovanni Batista de Pedrazzano y publicada por Pietro Savorgnani, en febrero de ese año en Nuremberg, con la edición latina de Federico P. Arthimesius en la segunda carta de relación de Hernán Cortés. El mapa de Tenochtitlan conquistó el imaginario europeo al proyectar, por primera vez, una imagen de la capital del imperio tenochca y su cuenca, gobernada por la Triple alianza de Texcoco, Tlacopan y México, encabezada entonces por el huei tlahtoani Motecuhzoma Xocoyotzin. Esa primera imagen de la gran Tenochtitlan, diseñada como una urbe medieval en medio de un lago americano, se correspondía con el esplendor, maravilla y exotismo descritos por el conquistador en su carta redactada en medio de la derrota, tras la despavorida huida de sus tropas aliadas en junio de 1520. La imagen buscaba acomodar lo nuevo que se abría a su vista, con los marcos de asimilación de la tradición mediterránea, bajo la idea de una ciudad-estado potentísima, cuya grandeza iteraba la de las presuntas hazañas cortesianas.
El documento es uno de los 600 mil mapas originales que conserva la biblioteca estadounidense; en este caso, dentro de la colección especial Edward E. Ayer. Sometida su elaboración a las interpretaciones más diversas como la de Manuel Toussaint y Justino Fernández, y las últimas obras de Miguel León-Portilla, quien hizo una comparación con el mapa México-Tenochtitlan conservado en la biblioteca de la Universidad de Uppsala, de Suecia. En este sentido, las meticulosas descripciones de José Luis Martínez, el estudio de Dominique Gresle-Pouligny y los aportes de Eduardo Matos Moctezuma constituyen el núcleo de lo que se sabe hasta ahora. La xilografía coloreada a mano debió ser realizada por un artista europeo quien, presumiblemente, se habría basado en un boceto enviado por Cortés al emperador Carlos. Y la base del dibujo debió ser, con toda seguridad, de la mano o a la idea de un tlacuilo nahua.
En torno al centro ceremonial tenochca, descrito como “templo donde sacrifican”, la imaginación conquistadora del artista europeo dibujó conjuntos irregulares de casas con techos y torres medievales sobre el agua, como si se tratara de Venecia o Bremen. El paisaje miniaturista completaba pequeñas villas en las riberas del lago, ilustrando los centros urbanos de Tacuba, Azcapotzalco, Tepeyacac, Texcoco, Iztapalapa, Tacubaya, entre otras, con palacios fortificados cuyas torres remataban en chapiteles germánicos, como los de las cuatro torres del alcázar de Toledo, construidas por mandato de Alfonso el Sabio y donde el emperador recibió a Hernán Cortés en 1528. Aquella insular imagen mediterránea del inusitado territorio del Anáhuac inauguró una tradición de exotismo cartográfico multiplicada en una veintena de ediciones, entre las que destacan las venecianas de la segunda carta de relación, el Isolario de Benedetto Bordone, las descripciones de islas de Tomaso Porcacchi y el libro primero del Civitates Orbi Terrarum de Georg Braun y Franz Hogenberg.
La conservación de este tipo de mapas, así como de otros valiosos documentos impresos en Europa sobre lo que se imaginaban sus creadores que era América, permite el estudio de los distintos contextos en que se produjeron, su recepción y la proyección de discursos de territorialización del mundo. El convenio con la Biblioteca Newberry es un camino, entre otros más, que la UNAM abre para sus estudiantes y docentes. Además, los trabajos especializados se pueden multiplicar con las herramientas digitales de la información orientadas a investigación, docencia y comunicación de las ciencias y las humanidades, que se entrelazan con diversas disciplinas que convergen en la colaboración interinstitucional.