Por Elizabeth Vaca
Coneme / Muchas gracias.
Quisiera agradecerles a Rogelio González, a Francisco Morales, a Sandra, a la magistrada también Cervantes, a Norma Angélica, magistrada presidenta de Puebla; a todos quienes están aquí, que forman parte de esta organización internacional, la Federación Iberoamericana de Abogados.
Muchas gracias. Agradezco la distinción de esta presea y esta medalla, y quiero recibirla a nombre de los maestros de la UNAM, con quienes comparto el placer de dar, impartir clases cotidianamente frente a grupo. Tengo varios años formando alumnos del Posgrado de la UNAM y soy un hombre escrupuloso en materia jurídica, formado en la Escuela de Derecho, en los corredores de la UNAM.
Y, por eso me da tristeza que el Estado de Derecho, por ocasiones, sufra embates y sufra también quebrantos. Si un ciudadano quebranta la ley, viola el Estado de Derecho, viola la Constitución; es lamentable y debe de haber consecuencias.
Pero si la viola una autoridad, una gobernadora, un gobernador, un funcionario público, es doblemente pernicioso; porque cuando se alejan del Estado de Derecho, los integrantes de una sociedad, ésta empieza a degenerarse. Cuando se aparta de la Constitución, una sociedad y fundamentalmente la autoridad que debe de respetarla, se inicia un proceso de decadencia difícil de parar con el tiempo.
Nos acercamos más al autoritarismo que al principio de legalidad.
Por eso en México vamos a defender la Constitución, siempre, siempre vamos a respetar la ley como el alma de la sociedad, y vamos a actuar escrupulosamente en beneficio de la sociedad, observando la ley.
Nuestra función legislativa es muy importante y el legislador no debe de aceptar presiones de ningún poder externo, de ningún organismo autónomo, y de ningún grupo económico que pretenda desviar, distorsionar o degenerar el contenido de una norma jurídica constitucional o legal.
Por eso, la labor del legislador ahora se torna mucho más delicada y por eso tenemos que cuidar quiénes son nuestros representantes en el futuro; para que les exijamos rendición de cuentas, de lo que hacen, de lo que aprueban y de lo que rechazan.
Porque ahora la función del legislador está mucho más transparente, mucho más en el escrutinio de la población y por eso me alegra estar con ustedes; porque tenemos que luchar juntos porque en el mundo la legalidad, el derecho, el Estado de Derecho sea observado escrupulosamente.
Yo estoy convencido de que México no puede apartarse de la ley y es verdaderamente lamentable que la autoridad se aparte, se separe y viole sistemáticamente la Constitución y la ley, sin ninguna consecuencia.
En ocasiones, con tristeza vemos que incluso se les aplaude, se les premia, se les abraza y se les expresa simpatía por violar la Constitución y la ley. Eso debe de pasar y no debe de generar ningún beneplácito para el violador o la violadora sistemática de la Constitución, ni de la ley.
Por eso vamos a persistir y me honra mucho recibir esta estatuilla, esta presea y portar esta medalla que me han entregado por unanimidad, que sabré honrar y que recibo, a nombre de los maestros de la UNAM, de la cual formo parte docente en el posgrado de la misma institución.
Sé que este cuerpo colegiado, esta federación, esta agrupación de abogados, juristas, jueces, magistrados en el mundo, tienen una gran importancia y tienen también una gran presencia para lograr que en el mundo el derecho se respete, que la ley siga siendo el alma de la sociedad, a la que todos y todas nos sometamos.
Yo recuerdo una expresión precisamente de un escritor y abogado español, Ángel Osorio, quien en principios del siglo XX, 1919, publicó una obra que se llama, se las recomiendo, “El alma de la toga”, una frase que para aquel entonces advertía la necesidad de reivindicar la labor de la abogacía; 1919, estoy hablando hace 106 años, 104 años.
Y en una de sus frases del libro, señala: “Urge reivindicar el concepto de abogado. Quienes en verdad lo somos, participamos de honores que no nos corresponden y de vergüenzas que no nos afectan”.
Continuaba advirtiendo: “En España –decía él– cualquiera es abogado, mientras no demuestres lo contrario. Urge, entonces, acabar con ese equívoco merced, al cual la calidad de abogado ha venido a ser difuso, algo ambiguo o tan incoercible que –concluye– que la abogacía no es una consagración académica, sino una concreción profesional”.
Por ello, de nueva cuenta, quiero agradecerles, antes que nada, que estén aquí en este recinto oficial, el más alto de la nación, llevando a cabo este importante foro de discusión en tareas de relevancia nacional, como lo pretenden al tratar el día de ayer los temas referidos a la materia electoral, la justicia constitucional, la mediación y la solución alternativa de controversias; el Sistema Nacional Anticorrupción y el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, con una perspectiva que tiene como premisa partir del análisis, de lo cual suceden ahora desviación y derivación en algunos estados del mundo, y que no podemos permitirlos quienes enseñamos derecho y quienes estamos frente a aula enseñando a futuros servidores públicos o a futuros aplicantes de la ley.
Reconozco en esta Federación Iberoamericana de Abogados el esfuerzo que hacen por contribuir, desde la Academia y la sociedad civil, a construir espacios de discusión y análisis de los fenómenos jurídicos, el actuar de los jueces, magistrados y abogados litigantes, así como especialmente, en el caso de este Foro, el actuar de los legisladores y las legisladoras, con la única finalidad de que se diseñen productos legislativos, acordes a la realidad social que viven las diversas regiones de Iberoamérica, y que se compartan experiencias en la aplicación de la ley, procurar la justicia, en los procesos inmersos de la creación normativa.
El Senado de la República Mexicana se congratula de que haya foros como éste, y que el resultado de las disertaciones que de ella emanen, se comparta con los legisladores de todo Iberoamérica, porque una sociedad activa que se confronta con las ideas, que se confronta y genera condiciones de consenso, es un beneficio de todas y todos.
Hoy estamos llamados a la reconciliación, a la búsqueda de acuerdos en lo social, y sobre todo en lo político. El Derecho debe estar al servicio de la comunidad. El Derecho debe ser una herramienta que permita la convivencia pacífica y coadyuve a la resolución de controversias, más nunca debe ser utilizado para dividir, para violarse, para mermar la integración social, para hacer de su oficio un estilo personal al margen de la ley. El Derecho, en cambio, debe ser un punto de partida y de llegada de la libertad y de la justicia.
Así se ha entendido a lo largo de la historia de las naciones, aquellas que han procurado a través del Derecho el baluarte de sus instituciones. Han prevalecido en el tiempo y se han consagrado como países y sociedades democráticas.
Así debemos seguir procurando al Derecho, no como una norma pétrea que permanece inmóvil a los cambios sociales, sino como aquel que deviene de la dinámica social y, por tanto, a través de la política democrática adecuarse y permanecer.
Sin embargo, hay que legislar. No hay que sucumbir a la tentación de la presión. N debemos someternos a ningún tipo de circunstancias que alteren las normas que nos hemos dado.
Más los legisladores tenemos la obligación de que al diseñar estos productos legislativos escuchemos a todos, escuchemos a todas. No somos una ínsula ni tampoco somos un grupo selecto privilegiado al margen de la sociedad y sin sensibilidad social. Debemos escuchar a todos y a todas.
Por eso, muchas felicidades y muchas gracias por esta distinción que he sido hoy merecedor, y que la acepto y comparto con los maestros y maestras de la UNAM, donde doy clases en el Postgrado.
Felicidades.
¡Enhorabuena!