Por Héctor Trejo S.
Coneme / Muchas ocasiones he puesto sobre la mesa de debate la tremenda fragilidad de que existe en el discurso mediático para convencer a la audiencia de la radio, televisión y prensa (hoy en día también de Internet) de la efectividad y trascendencia de un evento público, aunque la realidad indique lo contrario.
Exactamente este argumento da vida a un documental de gran calidad, que seguramente los melómanos van a adorar, me refiero a “Fiasco total: Woodstock 99”.
El retorno a la década de los noventa ciertamente implica un toque grande de nostalgia para quienes tuvimos la fortuna de vivirlos y un chapuzón en la historia modera para quienes no habían nacido o eran muy pequeños, ambas situaciones perfectamente válidas para percibir la trascendencia de un evento musical de la envergadura de Woodstock, cuya versión original tuviera lugar el 15 de agosto de 1969, abanderando la ideología de “amor y paz”.
Bajo esta lógica, el documental dirigido por Jamie Crawford se convierte desde el principio en una crítica severa a un espectáculo sin arraigo ni identidad, que más que emular al movimiento contracultural que representó, buscaba usar su nombre para generar recursos desmesurados, invirtiendo poco para satisfacer a sus espectadores y propiciando un clima de inconformidad muy grande.
A lo largo de 3 capítulos plagados de música, quejas y sexismo en su máximo esplendor, el director nos cuenta como la paciencia de los asistentes al festival se va perdiendo poco a poco, día a día, por los altos costos de los alimentos y el agua, la incomodidad de los espacios para descanso, la falta de sombra, las altas temperaturas, el acoso sexual… todo ello se transforma en una ira desmedida que trae consigo disturbios y destrucción de las instalaciones en donde se llevó acabo, la localidad de Rome, en Nueva York.
Más allá del espectacular cartel que incluyó a grupos de la talla de Korn, Red Hot Chili Peppers, Limp Bizkit, Sheryl Crow y Bush, entre muchos otros, momentos memorables de su participación en el escenario se ven manchados por la revuelta que los inconformes al evento organizaron al sentirse defraudados por los organizadores.
Se trata de una miniserie entretenida que está disponible en Netflix, aunque llena de momentos fuertes, agresiones, acoso y hasta destrucción en su más primitivo estado, pero que se pasa como agua y que deja a la reflexión la idea de que es imposible repetir los momentos sensacionales de la música.
Sólo le recuerdo que la imaginación se disfruta más en la oscuridad del cine, así que no deje de asistir a su sala favorita. Para dudas, comentarios o sugerencias escríbame al correo electrónico [email protected] o sígame en mis redes sociales “Cinematografo04” en Facebook y Spotify, así como “Cinematgrafo04” (sin la “ó”) en Twitter.