Por María Elena Maldonado
Coneme / Quizá se ha dicho todo, quizá falte mucho por decir, hemos vivido otra conmemoración del día de la mujer –que no celebramos, pues no hay nada para hacerlo, aunque siga habiendo quien nos felicita y ¿Por qué no?
Hay muchos acontecimientos que detonan la creación del Día de la Mujer, en varios sitios se lee que nació de una tragedia el 8 de maro de 1908, en donde 129 trabajadoras textiles murieron quemadas en la fábrica Cotton Textile Factory en Washington Square, Nueva York, en donde fueron encerradas por el dueño para que no se unieran a una huelga generalizada.
También se dice que el factor de que este día se conmemore el 8 de marzo está estrechamente vinculado a los movimientos feministas durante la Revolución Rusa de 1917, en donde las mujeres rusas escogieron el último domingo de febrero para declararse en huelga en demanda de «pan y paz». Aquel histórico domingo era 23 de febrero según el calendario juliano, que entonces se utilizaba en Rusia; sin embargo, según el calendario gregoriano, utilizado en otros lugares, era 8 de marzo, aquí nos aclaran que el suceso en Cotton Textile Factory no existió. Lo más parecido a esta tragedia ocurrió en la Gran Manzana, sí, pero tres años después. El 25 de marzo de 1911, la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist ardió de madrugada con centenares de mujeres que trabajaban en el interior de aquel edificio de diez plantas y que no pudieron escapar de las llamas porque los propietarios bloqueaban los accesos para evitar robos. La dramática escena en el corazón de Manhattan conmocionó a la opinión pública y costó la vida a 146 mujeres. La mayoría de las víctimas eran jóvenes inmigrantes, de origen judío e italiano, que se ganaban precariamente la vida en el taller textil de la firma.
En paralelo a la tragedia de Nueva York; Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza celebraron el 19 de marzo de 1911 el primer Día Internacional de la Mujer con una serie de mítines a los que asistieron más de un millón de personas exigiendo la igualdad con el hombre, derecho al voto, derecho al trabajo, derecho a ocupar cargos públicos, derecho a la formación profesional y a no ser discriminadas.
Hubo que esperar hasta 1977 para que la Organización de Naciones Unidas convirtiera esa fecha en el Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. Un texto fundacional que apenas hace referencia a los sucesos vividos en Rusia en 1917. De ahí que autoras como Liliane Kandel o François Picq hayan defendido que la vinculación con la huelga sangrienta de Nueva York o con una remota manifestación ocurrida, supuestamente, un 8 de marzo de 1857 fueron creaciones mitificadas surgidas en plena Guerra Fría para eliminar el carácter ruso que en verdad tiene el Día de la Mujer.
No es de extrañar que esto suceda en la historia de la humanidad: omisiones convenientes para unos, desacuerdos, acuerdos en corto, vicios y virtudes. Así somos y de ello se desprende la discriminación a la mujer, la violencia, con sus continuas formas de vulnerar y corroer la vida, la convivencia.
No es importante que hecho específico se conmemora el día de la mujer -tampoco sobra saberlo- la lucha de la mujer empezó en fecha desconocida, con el primer mal trato de un hombre a una mujer, consciente o no de sus derechos. Una referencia importante podría ser Lilith, la primera mujer que Dios creo con Adán y que, al no entenderse con él, fue repudiada y sustituida por Eva, luego la borraron del Génesis -Antiguo Testamento judío.
Hoy las mujeres profesionistas, empresarias, científicas… reconocidas y libres para ejercer eso que son y eligieron, se lo debemos a todas aquellas y aquellos que se atrevieron a alzar la voz, a rebelarse a un sistema creado por machos y apoyado por mujeres convencidas de esas formas.
No siempre fue así, allá por el año 3500 antes de nuestra era, durante el período ahora denominado Uruk, había diosas y reinas, la mujer tenía puestos de mando. La sacerdotisa Entu “dama divina” era una especie de papisa Nin Shatapad, hija del rey Uruk y Durum, paso a la posteridad como una gran poetiza y buena diplomática, eran consideradas la reencarnación de diosas (esposas del dios del templo) con solo mover un dedo podía decidir tratados comerciales y guerras, otorgaban el poder al gobernador o al rey.
En la mitología griega aparecen en varios capítulos de su literatura, las amazonas, las situaron en los territorios circundantes del mar Negro, aunque en la actualidad se cuestiona su existencia, incluso se desmiente. Sin embargo, estas mujeres no fueron solo fruto del imaginario griego, sino que hay una realidad histórica detrás. En las estepas euroasiáticas existieron tribus nómadas en las que las mujeres podían incluirse en el ejercicio de la caza y por lo tanto, ser poseedoras de armas y conocedoras de técnicas guerreras. Como muestra de ello se han encontrado tumbas de mujeres con heridas de guerra y enterradas junto con sus armas.
En vez de dedicar las energías, los talentos para vivir en armonía, tuvimos que luchar por cada escalón que subimos para ser reconocidas como personas y poder ser dueñas de nuestra vida, decisiones y logros. Terrible que en muchos países aún siguen tratándola como objeto, mutilando su cuerpo, su mente, jamás su espíritu, por eso las matan, las violan, las tratan como objetos, las han acusado de brujas, provocadoras de males. Es el reflejo de sus inseguridades, sus
temores, en la insensatez de haber nacido de una mujer, es incomprensible que no sólo no la vean como un igual, deberían agradecer su existencia, agradeciendo así la propia.
Hombres necios diría Sor Juana, tantos comportamientos absurdos de los seres humanos, en vez de vivir en paz y dedicarse a crecer juntos en un mundo armónico –se vale soñar imposibles- en el respeto del otro ser con el que me identifico y soy.