Por Javier Arizmendi
Coneme / Parte de lo que ha llevado a este gran país al caos es la corrupción y la impunidad. No digo nada nuevo. Todos lo sabemos y eso lo hace peor. Está dicho que el mundo se acabará, no por lo que los que lo destruyen, sino por los que quedan expectantes.
Uno de los grandes valores que puede dejar el parteaguas que significa AMLO, es que en contra y, la gran mayoría a favor, estamos movilizándonos y, al menos, hablando u opinando y esto es otro tema. Es decir, estamos involucrandonos en la vida nacional, en los sucesos sociales y políticos del país. Como debe ser, como debió ser siempre.
El tema principal, es que el pasado 5 de febrero se llevó a cabo la primera Convención Nacional Morenista, y no se trató de una convención «convencional» donde se juntan los líderes y dirigentes para la toma de decisiones como se realiza y se ha realizado por siempre.
Aquí hago un paréntesis para decir que soy médico con amplia experiencia en cargos académicos y administrativos en asociaciones y consejos, incluso en la dirección de hospitales; y la «juntas o convenciones» siempre son así, con la presencia de directivos dirigentes y funcionarios, es decir, la «gente de a pie», la «operativa», regularmente no invitada. En cambio sí lo es, como «auditorio».
Y es el caso que los partidos políticos en nuestro país, siempre han tenido una de las características que a la postre, son nefastas: la toma de decisiones es «cupular», en las altas «esferas», con los líderes y dirigentes. Y éstas son casi siempre clientelares, es decir, » a modo», » a favor» de alguien en el poder de cualquier índole.
Esto debe cambiar, parte fundamental de los cambios que se intentan por parte del actual gobierno es que debemos dejar atrás ese paternalismo incapacitante, que provoca castración, que nos hace creer que no somos capaces de tomar decisiones y que solo la opinión y decisión de los líderes es la que vale.
Esto fue la primera Convención Nacional Morenista, la gran demanda para que sean las bases las que participen, las que decidan, las que se movilicen cuando cualquier autoridad determine un equívoco, un error por ingenuidad o dolo. Que sea la base, el pueblo, la gente, la sociedad; quien decida (y aquí guarda gran valor la Ley de Revocación de Mandato).
Recién hablando del testamento o legado de AMLO, yo diría que esté el mejor: que el pueblo actúe, se movilice, se manifieste ante cualquier eventual situación que le afecte; que se proteste ante la injusticia y la arbitrariedad. Y, principalmente, ante el robo y el saqueo. En MORENA, está sucediendo, las decisiones las toma la cúpula encabezada por Mario Delgado -me recordó al PRI y tantos otros partidos- quien además no llegó a la dirección de MORENA por voto o decisión popular, sino a través de la determinación de otra cúpula, el INE.
Y, es realidad, los múltiples casos de cargos de elección popular, diputados, senadores y hasta gobernadores que, porque no fueron candidatos en sus otros partidos, brincan a MORENA y ganan la elección y después vienen las consecuencias, hay casos hasta de abusos sexuales previos, enriquecimiento ilícito, etc. etc.
Y el código de ética de MORENA, pasa y pasó, desapercibido.
Insisto llegó el momento de actuar, de analizar, de enjuiciar y de manifestarlo, nos toca al pueblo y a la sociedad levantarnos, hacernos presentes, de exigir, de demostrarnos. De ya no más dirigentes, funcionarios o líderes que «decidan» por la mayoría. De la verdadera democracia. De eso se trató esta primera Convención Nacional Morenista.