Por Crispín Barrera Ponce
-Gracias al trabajo del Nobel mexicano, hoy se entienden las causas y efectos del fenómeno global, señaló Carlos Amador Bedolla
-En el primer aniversario de su fallecimiento, se mantienen iniciativas como el Acuerdo de París y las COP, dijo Eduardo Bárzana García
Coneme / Rigor en el conocimiento científico, innovación en sus temas de estudio, liderazgo mundial para atender la reducción del agujero de la capa de ozono en la atmósfera y preocupación social para convencer a gobernantes y sociedades sobre el efecto nocivo que tienen las actividades humanas para mantener e incrementar el cambio climático global, son cualidades que distinguieron a José Mario Molina Pasquel y Henríquez, mexicano galardonado con el Premio Nobel de Química 1995.
A un año de su fallecimiento, ocurrido el 7 de octubre, Carlos Amador Bedolla, director de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, consideró que su principal legado es doble: por una parte, el trabajo único, distinguido, singular e importante mundialmente sobre la reducción de la capa de ozono que le mereció el Premio Nobel; por la otra, el liderazgo académico que mantuvo posteriormente ante la comunidad científica aprovechando la plataforma del galardón internacional. “Hoy contamos con las instituciones que ayudó a generar, en especial el Centro Mario Molina”.
Al respecto, el director ejecutivo de ese Centro, Eduardo Bárzana García, consideró que “en términos históricos el gran parteaguas de la contribución de Mario Molina fueron los trabajos que llevaron al Protocolo de Montreal, un acuerdo internacional a partir del cual hubo el compromiso de varios países para evitar el uso de los clorofluorocarbonos (CFC), que eran los elementos químicos que estaban afectando la capa de ozono y causando ese agujero”.
Fue el primer acuerdo internacional para atender un problema producto de la actividad humana, totalmente antropogénico y con efecto en todo el globo terrestre, afectando a una cantidad significativa de seres vivos. Gracias a ese acuerdo, en la ONU tomaron en cuenta la llamada de alerta de Mario Molina y otros colegas, que llevaron a seguir estos ejemplos, como los acuerdos de la ONU llamados Conferencia de las Partes (COP), los Acuerdos de París de 2015 y próximamente la COP 26 que se llevará a cabo en Glasgow, Reino Unido, apuntó.
Amador Bedolla y Bárzana García coincidieron en que entre los nuevos aportes generados a partir de los trabajos de Mario Molina destacan la urgencia por resolver el cambio climático, ese convencimiento de que no hay oportunidad de errar y la necesidad de seguir una directriz que no puede ser negociable. Para el director de la FQ, Mario Molina destacó por ser uno de los descubridores de las causas del agujero de ozono antártico. Compartió el Premio Nobel de Química de 1995 por su papel dilucidando la amenaza que representan los gases CFC a la capa de ozono de la Tierra.
Sus investigaciones y publicaciones sobre el tema condujeron a la elaboración del Protocolo de Montreal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico. Refirió que a partir del trabajo seminal de Mario Molina a la fecha “hemos podido desarrollar la ciencia de tal manera que tenemos plena certeza de que entendemos las causas y los efectos de ese cambio climático. Hace 50 años podíamos tener dudas, pero en la actualidad tenemos la certeza, fuera de cualquier duda razonable, de las causas y los efectos que tiene la producción de la actividad humana en la modificación del clima y de estructura atmosférica de nuestro mundo”.
Amador Bedolla consideró que hoy el problema se vuelve político y económico, y cada parte de la sociedad tiene que asumir sus responsabilidades. Entre las acciones con las cuales se podría celebrar en la vida cotidiana a Mario Molina, Bárzana García consideró consumir menos energía, usar la bicicleta y caminar más, bañarse en menos tiempo, apagar la luz cuando no la necesitamos y revisar las fugas de gas.
“Es importante participar en organismos de la sociedad civil, porque si algo hizo Mario Molina fue llevar la voz de alerta por la urgencia del cambio climático, y esto ha despertado tres líneas: la respuesta obligada de los gobiernos; la multiplicación de organizaciones de la sociedad civil preocupadas por el cambio climático; y el interés de los jóvenes por entender y participar en las acciones para atender el cambio climático”.
A su vez, Amador Bedolla subrayó que la principal causa del cambio climático es el consumo de energía. “Esa energía la hemos obtenido en los últimos 250 años a través de la combustión de combustibles fósiles, que generan gases de efecto invernadero. Pero la buena noticia es que hemos ido desarrollando la ciencia que permitiría modificar el origen de esas energías y desplazarnos del uso de combustibles fósiles a las energías renovables que conocemos bien, sabemos cómo producirlas gracias a la investigación científica”. Estimó que hoy estamos en un punto donde hace falta mayor investigación científica para acabar de dominar esas fuentes renovables de energía, pero estamos cerca de poder disponer de ellas.
El director ejecutivo del Centro Mario Molina añadió: “Mario Molina demostró que la ciencia es el único camino posible para entender los problemas ambientales y proponer soluciones. Se necesita una ciencia verdadera, con rigor, con mucha dedicación y colaboración internacional, porque los problemas ambientales son multitemáticos y multidisciplinarios. Este modelo de la ciencia como la única manera de atender los grandes problemas de la humanidad es otro gran legado en el que participó el Nobel mexicano”.
La alerta producida por los problemas del cambio climático, donde Molina fue un gran impulsor, ha llevado a una explosión de publicaciones, reportes y grupos de investigación que trabajan en las causas de la contaminación y en los efectos que puede tener, por ejemplo en el sector salud, donde hay aportación impresionante en el monitoreo analítico de los contaminantes atmosféricos y de otros sustratos como mareas, agua y suelos, en el manejo satelital, que permiten ver sitios de gases de efecto invernadero y cómo se transfieren hasta áreas alejadas del sitio de emisión. Permite ver donde hay fugas en los gasoductos, fuentes precursoras de ozono importantes, anotó Bárzana García. Al Centro le corresponde buscar mayor apoyo financiero a la investigación básica y aplicada, la cual debe respaldar el gobierno federal y trabajar en la transición energética.