María Esther Beltrán Martínez
*Agrupa una treintena de obras de gran formato.
Coneme / MÁLAGA, Esp.- El Museo Carmen Thyssen Málaga presenta la exposición «Pintura liberada. Joven figuración española de los 80». Es una muestra de producción propia del museo, que a través de una treintena de obras de más de veinte artistas, compone un mosaico heterogéneo y vitalista de la pintura figurativa que en los años ochenta se convirtió en símbolo de la modernidad nacido con la transición y la llegada de la democracia.
La gerente del Museo Carmen Thyssen Málaga, Lourdes Moreno, explicó que abren el recorrido Eduardo Arroyo y Luis Gordillo, ejemplos de la pintura narrativa de la década anterior que, especialmente en el caso de Gordillo, sirvió de referencia y anuncio de la pintura de los ochenta, colorista, onírica y tremendamente subjetiva.
La figuración de los ochenta en gran parte fue también la consecuencia de lo desarrollado en los setenta por los llamados esquizos de Madrid, la modernidad radical -explica Moreno- de unos jóvenes Carlos Alcolea, Chema Cobo, Carlos Franco, Herminio Molero, Guillermo Pérez Villalta o Manolo Quejido, que plantearon cuestiones inusitadas en el ámbito figurativo contemporáneo, como la intelectualización del hecho artístico o la exigencia de una pintura como parte de la alta cultura.
Con esta nueva muestra, se destaca un período de especial fortaleza y empoderamiento de la pintura, que sus protagonistas defendieron como símbolo de los nuevos tiempos de la democracia, y que practicaron desde el absoluto placer de pintar con total libertad temática y estética.
Sobre la muestra indica que esta etapa tiene sus antecedentes en los sesenta y, sobre todo, los setenta, con la irrupción de nuevas propuestas figurativas de artistas como Luis Gordillo, Eduardo Arroyo o los llamados esquizos de la figuración madrileña, como Guillermo Pérez Villalta, Carlos Alcolea, Manolo Quejido, Carlos Franco, Chema Cobo y Herminio Molero.
En el texto del catálogo indican: «Un personaje fundamental para el desarrollo de la plástica en los ochenta fue Pérez Villalta, el autor de la pintura más singular de todos ellos, significada por una luz matizada, el ritmo sosegado y la importancia de los elementos arquitectónicos, de la narración y de los recursos ópticos. Otro lugar preeminente lo ocuparon los coloristas más exaltados e irónicos, como Alcolea, maestro en la composición de espacios ilusionistas y la ambigüedad inteligente, Carlos Franco, con un gusto particular por la deformación y la alegoría, o Chema Cobo, interesado por los juegos de perspectiva y la distorsión”.
Sobre el artista Miguel Ángel Campano indica que fue un caso aparte, un informalista madrileño (seguidor de José Guerrero) que residió en París en los setenta y que en los ochenta también formó parte de la rebelión figurativa. Con una obra esencial y contenida, que mezclaba las referencias clásicas francesas con la pintura gestual contemporánea, la severidad y el encanto.
Mientras que Alfredo Alcaín ejemplifica la vertiente más irónicamente pop del grupo. En la exposición comparece con uno de sus característicos homenajes a las naturalezas muertas de Cézanne, a base de colores ácidos, saturados y vibrantes. En su caso, la referencia no se encuentra en la obra original del francés, sino una versión popular bordada en petit-point. En una estela similar, pero menos mordaz, el pop colorista de María Luisa Sanz, con una pintura muy madrileña y alusiones al universo del cómic.
En la exposición se confronta sin prejuicios la reivindicación pictoricista de los artistas mencionados, estableciendo un diálogo muy ilustrativo para el espectador, pues se ponen de manifiesto afinidades y disonancias entre las distintas tendencias figurativas coetáneas. Jóvenes y no tanto poseídos por los dioses de la pintura, por el placer de pintar.
Para, Lourdes Moreno, «el momento creativo del siglo XX que abordamos con ‘Pintura liberada’ es fundamental para comprender el origen de los últimos cuarenta años de pintura. De hecho, aunque se han planteado hasta la fecha bastantes exposiciones sobre este tema –en general mezclando las expresiones figurativas y las abstractas–, es un relato que parece inagotable, aún abierto en su interpretación y valoración, y del que seguimos destacando obras y autores para entender el cambio significativo que se produce en un momento crítico como lo fue la transición. La explosión de color y libertad de aquellos artistas fue, sin duda, el primer y decisivo paso de una nueva etapa para el arte contemporáneo en nuestro país” .