Leslie González

*Expertas analizaron el papel de las mujeres en las sociedades mexica y maya, a través de explorar su rol como diosas, gobernantes y artífices de la vida cotidiana *La visión mitológica mesoamericana reflejaba una fuerte carga de violencia de género, con deidades femeninas subordinadas a los dioses masculinos y narrativas que reforzaban la sumisión de las mujeres

Coneme / El estudio de la historia de las mujeres es un campo en crecimiento, indispensable para desmontar narrativas androcéntricas, las cuales invisibilizaban su rol en la sociedad prehispánica. En ello coincidieron especialistas durante el foro híbrido “Mujeres y niñas en el México antiguo. Diosas, gobernantes, madres, crías y artífices de la vida cotidiana”, que organizó el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.

“Debemos reinterpretar la historia sin esta visión masculina que la ha dominado. Solo así podremos comprender la verdadera complejidad de las sociedades mesoamericanas y el papel esencial que desempeñaron las mujeres en su construcción y desarrollo”, comentó Noemí Cruz Cortés, doctora en Estudios Mesoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en Estudios de Género.

Durante el foro, que se realizó la tarde del miércoles 12 de marzo de 2025, en el marco de las actividades por el Día Internacional de la Mujer, con la participación en su mayoría de público joven, la investigadora de la Dirección de Etnología y Antropología Social del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la arqueóloga María Rodríguez Shadow expuso que el sistema patriarcal existía ya en el imperio mexica; las mujeres ocupaban un papel secundario.

“En el imperio mexica existía un sistema patriarcal, como ocurrió en muchas sociedades militarizadas. En su estructura social y religiosa, la jerarquía de género favorecía a los hombres, mientras que las mujeres eran relegadas a los ámbitos domésticos y a un papel secundario en la religión y el poder político”.

Algo similar ocurría con su papel en la mitología: “Las diosas del panteón mexica adoptaban los papeles de esposas, concubinas o subordinadas. A diferencia de los guerreros muertos en combate, que se transformaban en colibríes de hermoso plumaje y acompañaban al sol en su viaje matutino, las mujeres que morían en el parto eran consideradas seres de tránsito, fantasmas destinados a acompañar al sol hasta el atardecer”.

La realidad de las mujeres en el México prehispánico

Por su parte, la historiadora Noemí Cruz Cortés, experta en estudios mesoamericanos, cuestionó las visiones tradicionales sobre el papel de la mujer. “Durante mucho tiempo, las mujeres en el México prehispánico han sido reconocidas solo cuando sus acciones se asemejan a las de los hombres o cuando desafían los modelos de feminidad impuestos. Pero la realidad es que su participación era clave en todos los ámbitos de la vida”.

Sobre lo anterior, explicó: “El relato histórico que nos ha sido transmitido sobre las mujeres en Mesoamérica responde a una construcción patriarcal que se consolidó en el siglo XIX. La idea de que las mujeres prehispánicas estaban confinadas al hogar y a la maternidad no proviene de fuentes indígenas, sino de historiadores europeos que proyectaron sus propios valores sobre las sociedades del pasado”.

Cruz Cortés enfatizó: “Nos han hecho creer que las mujeres eran sagradas en Mesoamérica, pero más que eso, eran funcionales: garantizaban la reproducción. Sin embargo, también hubo mujeres gobernantes y guerreras, aunque la historia ha sido escrita desde una perspectiva masculina”.

El papel de las mujeres en la estructura de poder

A su vez, Edna López Sáenz, investigadora del INEHRM y moderadora del foro, profundizó en la estructura jerárquica de las mujeres en el México prehispánico. Explicó que existía una división social entre las mujeres de élite (pilli) y las de clases trabajadoras, cuyas vidas giraban en torno a las labores domésticas y la producción textil.

«Cuando una niña nacía, la partera le entregaba instrumentos como un telar y un malacate, enseñándole desde pequeña que su vida estaría ligada a las tareas del hogar y la manufactura textil. Esta diferencia educativa separaba a la mujer noble de la masegual desde el nacimiento».

López Sáenz subrayó cómo la desigualdad de género también se reflejaba en los ritos funerarios: “los hombres nobles eran incinerados con esclavos, mientras que las mujeres de la misma clase social solo eran enterradas con los utensilios domésticos que usaron en vida, lo que revela el desigual valor atribuido a sus labores y posiciones sociales”.