María Esther Beltrán Martínez
Coneme / MÁLAGA, Esp.- Más de cincuenta obras reúne la exposición Material provocativo para pensar, se exhibe en el Museo Carmen Thyssen Málaga es un recorrido por la mejor fotografía japonesa de la segunda mitad del siglo XX, con un amplio conjunto de obras procedente de la Colección José Luis Soler Vila, la más importante en manos privadas fuera de Japón.Con una extensa selección de fotografías se despliega en la Sala Noble y el Espacio ArteSonado, esta exposición reúne y resume las principales aportaciones de los fotógrafos japoneses activos en las décadas de 1950, 1960 y 1970 a la revolución de la imagen fotográfica en su país, marcado por la segunda posguerra mundial.
En la Sala Noble se ha realizado una selección de imágenes de los catorce principales fotógrafos de la generación de la posguerra mundial (entre las décadas de 1950 y 1970). En ellas se muestra su particular visión del cuerpo, del frenesí urbano, de los enfrentamientos sociales o visibilizan la división entre la férrea tradición y el despegue económico y cultural que vive entonces el país del sol naciente.
Lourdes Moreno directora artística del museo indicó que se inicia el recorrido con dos visiones líricas de la naturaleza. La de Yoho Tsuda (1923-2014), quien, en sus primeros trabajos tras la guerra, desde el Naniwa Photography Club de Osaka, se interesó por captar los elementos naturales desde una perspectiva subjetiva y experimental. Y a continuación, las singulares propuestas del fotógrafo, artista y matemático Shigeru Onishi (1928- 1994), que conforman un repertorio visual impactante por su afán experimental.
“La exposición se articula en torno a los temas fundamentales de la fotografía japonesa de ese período, comenzando por una original galería de retratos y de procaces expresiones sobre el desnudo femenino. Después de la Segunda Guerra Mundial, en una época marcada por el trauma de la derrota, la crisis identitaria nacional se escenificó en el violento choque entre las costumbres milenarias y la súbita modernización, como se evidencia en la fotografía de Shomei Tomatsu (1930-2012), Prostituta, Nagoya, 1958”.
Agregó “Los fotógrafos presentes en la muestra rechazaban el humanismo impersonal en favor de una forma más expresiva de documentar el mundo. En julio de 1959 algunos de estos fotógrafos, entre ellos Tomatsu, formaron la agencia VIVO (1959-1961) –«Vida» en esperanto–, una suerte de Magnum nipona enfocada a la fotografía crítica, subjetiva y abierta a la experimentación. Esa visión turbadora se aprecia en la obra de otro de los fundadores del grupo, Eikoh Hosoe (1933), quien explora el tema del cuerpo desde la pureza expresiva y el drama, a veces incluso desde una óptica surrealista. En la muestra, destacan asimismo los retratos que realizó del escritor Yukio Mishima”.
Otra asociación de fotógrafos relevante la constituye Provoke (1968-1970), la revista experimental creada por los fotógrafos Yutaka Takanashi (1935) y Takuma Nakahira (1938-2015), elocuentemente subtitulada «Material provocativo para pensar».
Daido Moriyama (1938). Son imágenes muy contrastadas, con el grano reventado y donde frecuentemente se utiliza el fuera de foco con un valor estilístico. En la misma órbita se encuentra Tamiko Nishimura (1948), autora de un refinado lenguaje poético y que ayudó a algunos miembros de Provoke en el cuarto oscuro.
Merecen ser reseñados, asimismo, los originales retratos femeninos de otro miembro de Ojos de diez y de VIVO, Akira Sato (1930-2002), autor de una fotografía de moda sorprendente e impregnada de elementos surrealistas. También los provocadores desnudos de Nobuyoshi Araki (1940), que, además de explorar territorios incómodos y redefinir los límites de la expresión artística, gozan hoy de una enorme relevancia internacional.
Una vez sobrepuestos a la inquietante visión de los seres humanos por parte de estos fotógrafos, nos adentramos en los espacios en los que habitan y por los que pululan, también turbadores. Empezando por Ikko Narahara (1931-2020) –miembro de VIVO– y su conjunto publicado bajo el título Domains [Dominios] (1958), que aglutina dos series fotográficas, con los monjes de un monasterio de la isla de Hokkaido y en la galería de mujeres de la cárcel de Wakayama.
Otro de los asuntos que atraviesa la exposición es el malestar y la lucha contra la herencia por
la ocupación americana. La década de 1960 fue un período turbulento por las revueltas estudiantiles, reflejo del disgusto juvenil por la presencia estadounidense en suelo nipón.
Un segmento distinto de la muestra está representado por la drástica modernización en los ámbitos urbanos. De Yutaka Takanashi (1935), pionero de Provoke, destaca la mirada a los ambientes metropolitanos, como en la serie Tokyo-Jin [Tokiotas] (1965), para la revista Camera Mainichi, donde se advierte la impronta de la personalidad nipona y la idea de una sociedad tecnológica y alienada. La visión de Tokio de los ya mencionados Tomatsu y Moriyama, alcanza cotas inusitadas de expresividad gracias al uso del color. Y de más reciente cronología, observamos la pervivencia de la estética provoke en las imágenes de Miyako Ishiuchi (1947) tomadas por la fotógrafa en la ciudad de Yokosuka, en la bahía de Tokio, una base naval norteamericana en la que conviven la cultura occidental y la tradición japonesa.
En general, este conjunto de fotógrafos de vanguardia propone un imaginario fotográfico personal, de aliento existencialista y onírico. Al margen de su valor artístico, de su carácter extravagante o de su predicamento en la esfera internacional, estas imágenes testimonian la nueva sociedad nipona surgida tras la Segunda Guerra Mundial, abocada a la libertad y a la contemporaneidad.