Mario Iván B. Ruíz
*Hugh Drummond Durey, María Cristina Rodríguez Juárez y Sergio Ancona Martínez han estudiado una población isleña de patiazules durante cinco meses de cada año, desde 1980
Coneme / La infidelidad sexual es casi universal en las parejas “monógamas” de los bobos patiazules, ya que las hembras suelen tener relaciones sexuales con machos “extra”, al margen de la relación con su “pareja oficial”, explicó el investigador emérito de la UNAM, Hugh Drummond Durey.
Lo anterior es una de las conclusiones de cuatro décadas de observación intensa en isla Isabel (Nayarit) por el equipo de investigadores del Instituto de Ecología (IE) de la Universidad Nacional, encabezado por Drummond Durey, Sergio Ancona Martínez y María Cristina Rodríguez Juárez, quienes con la participación de numerosos estudiantes y voluntarios han anillado a 23 mil crías para documentar las vidas completas de los individuos.
El investigador del Laboratorio de Conducta Animal destacó en entrevista: Lo que hemos atestiguado es una monogamia comprometida durante cinco meses, tiempo en el cual macho y hembra en conjunto se dedican a producir e incubar una puesta y alimentar día y noche a la nidada. No obstante, en la etapa de cortejo, ambos suelen copular clandestinamente con otros individuos de la colonia de bobos, generalmente con sus vecinos.
Precisó que los bobos, que pueden ser considerados como un índice de la salud del ecosistema marino del Pacífico, son la especie de vertebrado más estudiado en México y, posiblemente, en América Latina. Por lo tanto, los investigadores consideran que es su responsabilidad aprovechar los datos poblacionales, demográficos y conductuales para tratar temas importantes de ecología, recursos naturales, cambio global del clima y evolución del comportamiento social.
En relación con el comportamiento social, los resultados más sobresalientes se plasmaron en el libro “Blue footed Boobies: Sibling Conflifct and sexual infidelity on a tropical island”, publicado por Oxford University Press. Basado en cerca de un centenar de artículos en revistas científicas, el libro comunica al público general numerosos descubrimientos sobre el conflicto familiar biológico. Describe y explica en términos de la teoría evolutiva el fascinante mundo de conflicto letal entre hermanos, problemas y engaños entre hembra y macho, y entre padres y crías.
Para rematar, termina con un capítulo basado en la literatura psicológica y antropológica sobre dichos conflictos en Homo sapiens, donde el autor propone que algunas convergencias entre las dos especies se derivan parcialmente de los mismos procesos de evolución por selección natural. En los humanos el aprendizaje social y la cultura influyen en todo el comportamiento, pero en algunos dominios inciden también las tendencias biológicas.
El equipo del IE ha encontrado que, a pesar de la infidelidad casi universal de los patiazules, solo cuatro por ciento de las crías no son del “padre oficial”. Se sugiere que las hembras controlan el uso relativo de los eyaculados de los machos, y su política (inconsciente) general es no dar la paternidad al macho extra.
Es concebible que su infidelidad funciona para asegurar la fertilización de los huevos cuando el macho oficial es infértil, para facilitar el cambio de pareja o para inhibir el infanticidio de los machos vecinos. La infidelidad de ellos es casi universal en las especies socialmente monógamas de aves y su(s) función(es) adaptiva(s) sigue siendo uno de los enigmas más grandes de la biología evolutiva, dijo.
El fenómeno del siblicidio es aún más fascinante y dramático, apuntó el investigador. Los bobos comúnmente ponen huevos extra que solo pueden sacarse adelante si las sardinas y las anchovetas (sus presas) son abundantes. Si ocurre el fenómeno de El Niño, una cría debe eliminarse a través de la competencia letal entre ellas, orquestada por sus madres.
Al poner y eclosionar sus huevos a intervalos de cuatro a cinco días, estas confieren a la primera en eclosionar la capacidad de dominar agresivamente a su hermana, limitar su ingesta de alimento y, en extremo, conseguir su muerte por inanición o expulsarla del nido. Algunas crías logran infiltrarse en una nidada vecina, pero la mayoría muere bajo una lluvia de picotazos de los vecinos, quienes no toleran a los parásitos reproductivos, precisó el investigador.