Por Leslie González
*El creador es originario de Tizatlán y considerado uno de los artesanos más reconocidos, quien comparte sus conocimientos en su taller
Coneme / El artesano escultor Ricardo Molina Sarmiento, originario de Tizatlán, Tlaxcala, desde hace más de 40 años transforma las hojas de cuadernos, libros en desuso, revistas, periódicos y todo tipo de papel reciclado en vistosas máscaras de carnaval, además de otras piezas como bastones de mando, esculturas de madera de pequeño, mediano y gran formato, arte sacro, además de impartir cursos sobre las diferentes técnicas empleadas.
Ricardo estuvo ligado al aprendizaje y desarrollo de artesanías ya que era parte fundamental del sustento familiar. “Empezamos con trabajos comerciales sencillos, artesanía típica de nuestra comunidad y al paso de los años he buscado nuevas alternativas y nuevos retos, así fue como inicié con la producción de máscaras”.
Narra en entrevista que empezaron totalmente de cero, ya que no había ningún maestro que les enseñara ese oficio “tengo la dicha de decir con mucho orgullo que nosotros nos las ingeniamos para hacer los revestimientos y buscamos los medios para resolver el acabado de estas piezas que hoy nos han dado tantas satisfacciones”.
Cuenta que en sus inicios acudía al parque de Tlaxcala en los días previos a la celebración del Grito de Independencia y colocaba un pedazo de plástico en el suelo para mostrar sus artesanías. Actualmente la dinámica ha cambiado y gracias a sus trabajos ha tenido la oportunidad de exponer en el Museo de Arte Popular de México y en diversos museos de Tlaxcala.
Recuerda el artesano tlaxcalteca que un comentario de un maestro “le picó el orgullo” y lo hizo buscar la manera de no darse por vencido “ese maestro me dijo ‘yo soy un escultor y nunca vas a llegar a serlo, porque esto es otro nivel, esto es otro mundo, y no cualquiera llega a esto’. Me lo dijo de una manera muy despectiva que me dolió mucho”.
Con sentimientos como coraje e impotencia dijo “vamos a ver qué podemos hacer”, un mensaje para sí mismo y para su interlocutor. Le colgó y fue a su bodega, vio un tronco de madera de un metro y empezó a destazarlo con la motosierra e hizo una imponente águila que se vendió en siete mil pesos, pero cuando la llevó a valuar con un experto, le dijo que su pieza se podía vender hasta en 50 mil pesos por todos los detalles y el gran trabajo reflejados en esa que fue su primera escultura “me sentí halagado y hoy en día agradezco las palabras que me dijo ese maestro. Sí es otro mundo y sí tienes que trabajar muchísimo, pero gracias a eso pude ver mis alcances y hasta donde puedo llegar si me lo propongo, gracias a esas palabras de arrogancia, recibí el empuje que me dio para seguir adelante siempre. Fue una bonita enseñanza”.
Ricardo es un artesano escultor al que le gustan los retos y lejos de achicarse ante los demás, ante quienes se han sentido superiores en algún momento, prefiere transformar esas palabras en desafíos para ser mejor en lo que hace, lo que ha quedado de manifiesto tras casi 40 años de trabajo, durante los cuales ha realizado alrededor de mil máscaras de diferentes estados de México.
“Un buen día llegó un maestro a la casa y mi mamá le presumió una de mis piezas. Ese señor era una especie de buscador de piezas curiosas, interesantes y caras y se la pasaba recorriendo el país comprando artesanías muy exóticas y exclusivas. A ese señor mi mamá le presume mi trabajo ensalzando insistentemente una pieza que había realizado y en eso el señor la ve y la avienta a la mesa para decirle ‘no señora yo compro cosas buenas, no chingaderas’. Imagina en esa etapa de mi vida cuando yo ya venía trabajando muchas cosas y me dice eso que me dolió como no tiene idea, me daban ganas de correr al señor y decirle unas cuantas frescas, pero mi educación me lo impidió, así que solo lo pensé”.
Dichas palabras, dice, taladraron su mente y se dijo “ya no voy a hacer chingaderas, ahora voy a hacer algo que trascienda, algo que se distinga del montón, y gracias a eso obtuve el Primer Lugar Nacional en 1995, en la Feria del Caballo en Texcoco, con El paso de la muerte tallado en miniatura. Lo bonito de esta historia es que aquel señor me compró esa pieza y seguí trabajando para él, alimentando una bonita amistad hasta que murió. Esta es una enorme enseñanza que me gusta contarla porque aprendí a canalizar algo que duele y lastima en el ego, en algo que me hizo crecer”.
El realizar este trabajo a Ricardo lo deja maravillado, pues dice tener un don para ello y para escuchar al cliente y aterrizar sus más exigentes ideas, sin embargo, cuando le dan carta abierta, confiesa, es cuando más libre y creativo se siente para echar a volar su imaginación.
Platica orgulloso que realizó una colección de 40 máscaras de todo el país con las que no se limitó, ya que trabaja miniatura, tallado en hueso, pulimento espejo, escultura de pequeño y gran formato, cuadros, máscaras tradicionales, con materiales como acrílicos, anilinas, lacas, laca industrial, poliuretanos; el tradicional arte sacro, estofado y hoja de oro; el drapeado con aceite de lima, de huevo y el cincelado; técnicas y materiales que enseña en su taller ubicado en calle Artesanías de la comunidad de Tizatlán, en el municipio de Tlaxcala. En Facebook se encuentra como Ricardo Molina o Artes Danna.