Por Alberto Woolrich
Coneme / En el ya muy lejano 1599 y transcurriendo el siglo de oro de la literatura española, el recordado Mateo Alemán y de Nero, escribió: “No basta comenzar bien, ni sirve de mediar bien, si no se acaba bien; de poco sirven buenos principios y mejores medios, no saliendo prósperos los fines”.
Uno de los temas en que existe más confusión y desconcierto en ésta Cuarta Transformación de la Nación es el de la aplicación de los principios emanados en nuestra Carta Magna. Para empezar, en el momento político por el que atraviesa nuestro México, existe una normativa de aplicación muy diferente a lo que ordenan nuestras leyes. Donde se deben de aplicar los códigos, incluido el Código Penal Federal, se aplican ocurrencias y caprichos del Poder Ejecutivo. Esas ingeniosidades y fantasías no compaginan con los derechos y salvaguardas que nos concede la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Nuestros tribunales de procuración e impartición de justicia no pueden ni deben seguir ignorando esa triste realidad, no precisamente simpatizante de la defensa y respeto de los principios, libertades y derechos que nos confiere la letra y espíritu de la Suprema Ley.
Nuestros Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los jueces, los magistrados, los fiscales y los agentes del ministerio público no pueden desconocer que en el concierto de las Naciones se nos considera un País corrupto en la aplicación de las leyes para proveer e impartir justicia.
Como se observa, México requiere un giro desde ya. La tendencia en el mundo, en general, es incrementar la libertad para obtener justicia. De ahí que cobre una mayor importancia el tema de nuestros principios torales insertos en el Pacto Federal.
Lo importante —lo fundamental— es el tema de los principios, que debe aplicar el Poder Ejecutivo y no de las historietas y bufonadas que viene emitiendo.
Es patético lo que acontece en los Estados Unidos Mexicanos, es sombrío y doloroso el futuro de nuestros hijos. Lo cierto es que en éste momento político de la Cuarta Transformación de la Nación, la Constitución se aplica a discreción de la arbitrariedad, a su leal –-o desleal— saber y entender. Lo que diga Andrés Manuel López Obrador es puro maquillaje para hacer patente esas tropelías e iniquidades.
No son ellos los principios consagrados por nuestros Legisladores Constituyentes del 17. No son ellos los principios para que a México le vaya bien, si se continúa así no le van a salir prósperos los fines al Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. México seguirá inmerso en la corrupción propiciada por la narcopolítica.
México también tiene sus leyes y está sujeto a ellas, por tanto, el Poder Ejecutivo se debería someter a ellas.