Por Cristian Campos

  • Advierte especialista que la salud emocional se ve afectada por la falta de convivencia
  • La escuela es una válvula de escape que resuelve aspectos de la vida cotidiana

Coneme  / Zacatecas, Zac.- Ante la última ola de contagios de COVID-19, que provocó de nueva cuenta el cierre de espacios educativos, médicos del Hospital de Especialidades en Salud Mental, de la Secretaría de Salud de Zacatecas (SSZ), advierten a padres de familia y maestros sobre las afectaciones psicológicas que causa la falta de clases presenciales.

Durante la pandemia, el distanciamiento social ha sido la fórmula de mitigación más utilizada a nivel global. Si consideramos que la población infantil y adolescente comprende casi la tercera parte de la población mundial, es evidente que el éxito de esta medida descansa en este grupo etario, a quien se le ha obligado a salir de los espacios públicos.

En particular, el cierre de espacios escolares, medida indispensable para el distanciamiento de niñas, niños y adolescentes, afecta la salud mental de los mismos.

El especialista Jonathan Martínez Cabral señala que lo que hace la vida social durante la primera infancia es el entorno cercano, pero, después, los niños tienen que ir aprendiendo a vivir en sociedad.

La adquisición de herramientas sociales, e incluso la formación inicial de ciudadanía, se da a partir de la relación con los otros. El centro de la vida de las niñas, niños y adolescentes a nivel de primaria, secundaria y media superior es la escuela. Las actividades escolares son una válvula también que resuelve cotidianidades.

Dentro de las afectaciones psicológicas se han detectado factores estresores asociados, que repercuten negativamente en la salud mental de los niños, como son la frustración de planes y el aburrimiento, la incertidumbre respecto a la duración de las medidas de confinamiento, el miedo social a la infección, las limitaciones en el disfrute del ocio, la falta de espacio personal en el domicilio y la exposición a los conflictos familiares.

Asimismo, el confinamiento domiciliario puede afectar a los hábitos de vida saludables y repercutir negativamente en la salud física y mental de adultos y menores.

Los estudios sugieren que, en los niños, los periodos en casa se asocian con una menor actividad física, patrones de sueño irregulares y dietas menos saludables. En una situación de confinamiento, estos malos hábitos se ven potenciados por circunstancias sobreañadidas, como son tener impedidas las actividades en el exterior (con un aumento del sedentarismo), un mayor empleo de dispositivos electrónicos con pantallas (que interfieren en la calidad del sueño), o un manejo inadecuado del estrés (con aumento del apetito y de la ingesta calórica).

El aislamiento social de pares se asocia a sentimientos de soledad y frustración; especialmente, en las etapas de infancia escolar y adolescencia, cuando el sujeto busca y necesita la interacción con iguales para su correcto desarrollo psicosocial.

Debido al confinamiento y a las medidas de distancia social decretadas por la pandemia de COVID-19, las relaciones con iguales de los niños prácticamente han desaparecido de su vida. Lo anterior, se relaciona con la presencia de síntomas depresivos y ansiosos en dicha población.

Es en este aspecto en el que la ausencia de la escuela está teniendo y va a tener su mayor impacto, por lo que se debe empezar a plantear maneras en las que se pueda intensificar la vinculación de infancias y adolescencias con sus pares durante el confinamiento.