Por Lic. Alberto Woolrich Ortiz
Coneme / Corría el año de 1967 cuando uno de los mas prestigiados ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Don Salvador Mondragón Guerra con su gran sabiduría ilustro a sus estudiantes diciendo: ‘’es difícil hacer acatar las leyes a los hombres enriquecidos (Difficillimum est homines amplissima fortuna didatus legians continere); sobra decir que dicho catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México ha sido el funcionario mas probo de ese Palacio de Justicia.
Don Salvador nació en el Estado Libre y Soberano de Querétaro en cuyas calles y añejos inmuebles se da fe no solo de la belleza natural, sino de la serena sobriedad de la morada de nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Conocí a Don Salvador en las aulas universitarias, cuando en compañía de mis inolvidables compañeros de generación, ahora entrañables amigos de la justicia, nos deleitábamos con absorber y adquirir cultura de sus conocimientos, en sus cátedras se cumplían las mas estrictas normas del protocolo universitario, todos sus alumnos lo venerábamos como símbolo de toda la entrañable honestidad que tenia que prevalecer en el entorno de procuración e impartición de justicia. En sus enseñanzas Don Salvador nos preguntaba: ‘’¿qué quieren saber?’’.
A lo que de inmediato en conjunto le respondíamos: ‘’todo’’.
El sabio y honorable ministro nació con la revolución que dio origen a nuestra Constitución Política que tanto reverenciaba y defendía, siempre a sus alumnos nos ilustraba diciendo: ‘’lo que les voy a expresar es el cimiento de la historia verdadera que debe de prevalecer en ustedes para el bien de nuestra justicia, de nuestra Carta Magna y nuestro México’’. Exijo, que aprendan que ‘’ cualquier fenómeno de corrupción es indignante, pero los fenómenos de corrupción en la justicia son vergonzosos, indignantes, criticables y reprobables.
La justicia es el principal sostén de la soberanía del estado, en su ámbito se ejerce el control y constitucionalidad de las leyes y actos de autoridad, por ello es imprescindible que los señores agentes del ministerio publico, fiscales, jueces, magistrados y ministros honren la toga que se les impone, que la porten con decoro y honor, para con ello enaltecer la función de la justicia, de no ser así nuestro México perecerá’’.
Sus enseñanzas como tesoro hoy se guardan en aquellos que fuimos sus oyentes, ese caudal de conocimientos, esa riqueza educativa es lo que hará cambiar el destino de la procuración e impartición de justicia en México. ¿Qué pasa ahora con nuestra justicia, con nuestro México cuando Don Salvador, ya no vive?.
Que lamentable resulta que en un personaje de tan gran estirpe como Don Salvador Mondragón Guerra no haya enseñado todo ello a actuales ministriles de justicia; que lamentable que ese queretano de abolengo no hubiera recibido los honores que bien merece por parte no solo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación —la cual esta obligada—, sino de México entero. ¿A quien le importan sus enseñanzas?. En esta poca de apabullante corrupción en todos nuestros recintos de justicia, es cierto que esos ministriles no fueron sus alumnos por ello no aplican esos excelsos conocimientos.
Sin embargo, la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México A.C. que agrupa a simples togados mexicanos, desde este sitial exigimos que acaten la ley esos ministriles enriquecidos.
Es cuanto.