Por Sujeili Corina
-Especialistas nacionales e internacionales disertaron desde distintos ángulos este problema lacerante
-Participaron en las actividades organizadas por la UNAM con motivo del 25N Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer
Coneme / En el mundo 21 millones de personas son víctimas del trabajo forzoso, que incluye la trata para la explotación sexual y laboral. La situación afecta a todos los países, ya sea como origen, tránsito o destino de los agraviados y afecta a 71 por ciento de mujeres y 29 por ciento de hombres, de acuerdo con datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).
El organismo internacional indica que en 2018 de cada diez detectadas en el orbe, aproximadamente cinco eran adultas y dos niñas. En contra parte, en México, de las cinco mil 245 personas perjudicadas por delitos en materia de trata, 85 por ciento fueron mujeres, adolescentes y niñas, señaló la académica de la División de Estudios de Posgrado de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, Carmen Gabriela Ruiz Serrano. La cifra de menores involucrados en esta problemática alcanza 27 por ciento de los casos.
“Seis de cada diez niñas, niños y adolescentes de entre uno y 14 años han experimentado algún método violento de disciplina infantil en sus hogares, mientras que uno de cada 15 ha recibido alguna forma de castigo físico severo, como método de disciplina”; este tipo de violencia comienza en los hogares, hace más vulnerables a las personas y afecta especialmente a quienes están en situación de pobreza, en la cual se encuentran ocho de cada 10 indígenas del país. Se calcula que 30 mil indígenas en pobreza han sido reclutados por el crimen organizado, precisó.
Durante la mesa de trabajo a distancia “Violencias estructurales en contra de niñas y mujeres en el territorio nacional”, organizada por la ENTS, Ruiz Serrano alertó que en el mundo, las niñas de 13 a 17 años de edad son uno de los grupos más susceptibles a ser víctima de trata en su modalidad de prostitución. Reducir las desigualdades económicas, así como ayudar a las víctimas de violencia doméstica y maltrato infantil es de suma importancia si queremos erradicar la violencia y el crimen.
En nuestro país, 97 por ciento de los feminicidios queda en la impunidad, aseguró Roxana Denisse Medina Guzmán, también del Posgrado de la ENTS, quien documentó que 11.3 mujeres al día son asesinadas por su condición de género, y en al menos una de estas muertes corresponde a una niña o adolescente. Durante la pandemia se incrementó con más de 900 casos en 2020 y 692 hasta agosto de 2021, informó.
Al arrebatarles la vida se interrumpen sus proyectos y se destruye a sus familias, que tienen graves daños emocionales, económicos, de discriminación y estigmatización de las víctimas directas y colaterales del feminicidio.
En su intervención, el profesor de esa entidad académica, Omar González Sánchez, se refirió a la utilización de infantes en el crimen organizado: en el 44 por ciento de los casos existe una oferta engañosa de empleo. De las 95 víctimas identificadas se conoce la forma de enganche de 86, ligadas en 34 por ciento de los casos al aprovechamiento de una situación de vulnerabilidad; 10 por ciento a enamoramiento; ocho por ciento a promesa de ayuda, y tres por ciento al engaño. El hiperconsumo juega un papel importante para engancharlos, por ejemplo al comprarles un teléfono celular o unos tenis, acotó.
Un siglo de Acoso Sexual Laboral
Hace un siglo que las mujeres en México trabajan en oficinas. En 1920 había un entorno laboral dominado por los hombres, y una profesión relativamente nueva para ellas, en ese contexto inequitativo se sentaron las bases para las condiciones de su empleo, expuso Susie S. Porter de la Universidad de Utah, acompañada por la directora y la investigadora del IIH, Elisa Speckman Guerra y Claudia Amalia Agostoni Urencio, respectivamente.
Al dictar la conferencia “La respuesta de las mujeres al acoso laboral 1920-1950”, en el Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), recordó: esta práctica inició como parte de la desigualdad de género, de 1920 a 1940, cuando se dio la expansión en la burocracia estatal y el boom de las oficinistas.
Las desigualdades empezaron desde la preparación de las mujeres; ellas iban a la entonces primera Escuela Comercial para Señoritas, Miguel Lerdo de Tejada, -abierta en 1905- que preparaba oficinistas, mientras ellos acudían a la universidad, indicó.
A todas las mujeres las llamaron “señoritas” desde 1920, y se refiere de una manera estrecha como una identidad laboral, que significaba soltera, dispuesta y disponible. Había una cosificación y su continua sexualización, incluso en las convocatorias de vacantes se pedía que fueran elegantes; para la elegibilidad de su puesto de trabajo se solicitaba “buena apariencia’”.