Por Crispín Barrera Ponce
-El peso novohispano tuvo historia como unidad monetaria hasta finales del siglo XIX, indicó Antonio Ibarra Romero
-Casa de Moneda de México, la única que podía acuñar, existió durante el periodo colonial: Ricardo Fernández Castillo
Coneme / La historia del peso mexicano se remonta al periodo colonial, cuando el virrey Antonio de Mendoza llegó a la Nueva España con la encomienda real de establecer la primera Casa de Moneda. En 1535 se fundó la ceca de México (establecimiento oficial donde se acuñaba la moneda con el sello que identificaba el derecho de su curso legal), donde se fabricaron las de plata llamadas “Real de a 8” o “peso duro”, que ya se utilizaba en España y que recorrió el mundo, incluso circuló en China, consideró Antonio Ibarra Romero, académico del Posgrado de la Facultad de Economía.
En estricto sentido, abundó, el dinero nació como una especie de “cemento” en las relaciones interpersonales. Se trata de un medio de cambio útil para obtener bienes y servicios, y adquiere sus matices de acuerdo con el contexto histórico. En tanto, en el México Independiente hicieron su aparición las de cobre y las emisiones de papel moneda, como la de Iturbide; después llegarían los bancos y con ellos los billetes cuya aceptación fue voluntaria. En la segunda década del siglo XX se creó el Banco de México e iniciaron las emisiones oficiales de billetes y moneda.
Antonio Ibarra recordó que el peso mexicano comenzó a circular en 1785, su valor era determinado por los gramos de plata con que se elaboraba y se homologaba al valor de cuenta de la moneda que existía en Castilla. Empezaron a realizarse las transacciones. Resaltó que la noción de dinero adquirió su fuerza metálica a partir del peso de los metales con que se elaboraban, hasta que se establece una relación precisa entre la plata y el oro, y se constituye como la moneda corriente con las características de una común; es decir, un medio de cambio, de circulación y una reserva de valor, cuya materialidad garantice que no se deteriore o destruya.
Eso fue importante porque a partir de la fundación de la Casa de Moneda, en 1532, en la Nueva España surgió la primera empresa manufacturera de monedas. El peso novohispano fue una de las más importantes en la historia del mundo, porque abriría su circulación en Asia, por ejemplo, y ese peso que arrancó en el siglo XVI tuvo una larga etapa como unidad monetaria hasta finales del siglo XIX. Recordó que su historia fue temprana y concluyó cuando la de plata fue depreciada frente al oro y luego sustituida por el dinero fiduciario.
“A lo largo de toda esta historia hay una sucesión de cuños, la impresión sobre la moneda es importante porque hay varios signos que la identifican, desde luego el grabado que la monarquía imprimió en la moneda: Fernando VI y por la gracia de Dios rey de España y América, con los leones y los castillos, que es la reunión de los reinos que coronaron a Castilla como un imperio, y dos letras M, que hacen referencia a la Casa de Moneda de México”, mencionó.
Esa era una suerte de garantía de la calidad metálica y del peso homogéneo de las monedas, además de una pequeña marca que hace referencia a la identidad del ensayador que es responsable de que tuvieran la misma cantidad de metal y el mismo peso, además de la calidad del metal en cada una, con lo que podemos advertir desde temprano que la novohispana, más tarde mexicana, se caracterizó precisamente por su valor intrínseco.
El dinero en la Independencia
La guerra de Independencia afectó a la economía de la Nueva España y produjo escasez de la moneda, por lo que los Insurgentes se vieron obligados a cuñar la propia para allegarse de fondos y sustentar su lucha armada. Entre las más importantes se encuentran las ordenadas por la Suprema Junta y por el general José María Morelos y Pavón, las más comunes de este periodo, en su mayoría elaboradas en cobre.
Al respecto, Ricardo Fernández Castillo, posdoctorante de la Facultad de Economía, comentó que con la guerra de Independencia se rompe lo que los historiadores denominan el monopolio de la Casa de Moneda de México, la única que podía acuñar y que existió durante el periodo colonial. Expuso que este episodio histórico rompió su exclusividad y surgieron otras provinciales en Guanajuato, Zacatecas, Guadalajara, Chihuahua y Durango, “por si fuera poco, también los ejércitos insurgentes al mando de Miguel Hidalgo –posteriormente su sucesor, José María Morelos y Pavón–, comenzaron a acuñarlas, rompiendo las tendencias reales que la corona española había tenido para la amonedación en la Nueva España”.
Las de cobre ordenadas por Morelos equivalían a promesas de pago, es decir, se canjeaban por su valor grabado en plata u oro una vez que la revolución triunfara, lo que representó la introducción de una moneda fiduciaria. El anverso presentaba el monograma de Morelos acompañado de la denominación y año de acuñación, mientras que en el reverso se apreciaba un arco con flecha; se produjeron piezas de ocho, dos, uno y medio real.
Fueron retiradas de circulación en febrero de 1917, cuando en la nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se determinó que la emisión de papel moneda sería tarea exclusiva de un solo banco que estaría bajo control absoluto del gobierno. En 1821, tras la consumación de la Independencia y con Agustín de Iturbide como monarca de México, ante la compleja situación económica del país se emitieron los primeros billetes oficiales, los cuales se imprimieron en un pedazo de papel blanco. El papel moneda fue objeto de amor y odio, hubo resistencia a aceptar su uso pues un trozo de papel no valía nada en comparación con la plata con que se elaboraron algunas monedas.
Revolución y moneda
El economista Antonio Ibarra apuntó que los proyectos en el Porfiriato para mantener a la nación en la ruta del progreso a través de leyes, programas y proyectos terminaron súbitamente con el inicio de la Revolución Mexicana, y cada facción comenzó a emitir sus propios billetes, a respaldar nueva deuda pública, lo cual creó heterogeneidad momentánea que se empezó a reordenar en la posrevolución con los proyectos del Banco de México.
En este periodo histórico la existencia de diversas fuerzas revolucionarias se mostró en varias esferas, en particular en la emisión de papel moneda. La escasez de efectivo marcó la urgencia de producir su propio dinero como “piezas de necesidad” cuyo resultado fue una variedad en color, diseño y estilo que el pueblo mexicano denominó bilimbiques. Las fuerzas constitucionalistas intentaron frenar su emisión; por su naturaleza variada, resultaba sencillo su falsificación. Venustiano Carranza decidió confiscar los bancos privados y emitir moneda del gobierno, el cual estaba sin recursos; “en realidad lo que hubo fue una devaluación abrupta con un mismo uso de papel”, apuntó el experto universitario.
Para complementar su política monetaria, el primer jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, decretó la abrogación de las concesiones a los bancos de emisión de billetes tal como habían funcionado hasta entonces. La nueva regulación estableció que los bancos emisores no podrían imprimir más billetes de los que respaldara su reserva metálica, por lo que debían garantizarlas en oro nacional. Con esta medida, Carranza fortalecía la facultad regulatoria del gobierno y garantizó el funcionamiento del sistema monetario nacional. Francisco Villa fue responsable directa o indirectamente de gran parte de las monedas y billetes de la Revolución Mexicana; las primeras atrajeron el interés de los coleccionistas por la cantidad de metal con que se elaboraron.
Virreinato y México contemporáneo
Ibarra Romero resaltó que es emblemática la existencia de sucedáneos del dinero como los tlacos (cuyo valor nominal era de un cuarto de real) y los pilones. Eran de moneda fraccionaria que no se producían en suficiente cantidad (de dos reales, cuatro reales, un real y de cuartillo). Debido a la cantidad de plata que contenían, los mercaderes los acaparaban, fundían y exportaban, de tal manera que valían más por su precio intrínseco que por su costo nominal, “eso generaba una suerte de falta de moneda circulante”.
Se produjo la generalización de los tlacos, emisiones que hacían las pulperías, tiendas o haciendas, donde se grababa sobre cuero, cobre, incluso en jabón, un valor nominal a cambio de mercancía. Con ellos se pagaban salarios, “lo cual significaba también una suerte de extorsión sobre los consumidores –los trabajadores–, porque la fijación de los precios se daba sobre la base de mercancías y la circulación sobre un valor mínimo del objeto de cambio”, detalló.
En tanto, los pilones se empleaban cuando no existía suficiente cambio, por ejemplo, fueron un medio real que había que devolver por eso entregaban mercancía a cambio. Cuando en México se vivió la crisis monetaria de indexación del peso, los comercios devolvían dulces o chicles. La moneda ha coexistido históricamente con formas seudo monetarias. Tienen la cualidad de ser un medio de cambio y hasta un medio de circulación, pero no son un medio para atesorar, guardar o conservar, consideró.
Cabe señalar que de acuerdo con información del Banco de México, esta institución fue creada en 1925 por decreto como sociedad anónima bajo el gobierno de Plutarco Elías Calles. Sin embargo, los billetes que entonces puso en circulación fueron impresos por el American Bank Note Company de Nueva York. A partir de 1969 comenzaron a imprimirse en el país, por la Fábrica de Billetes del Banco de México, la cual produce al año alrededor de mil 250 millones de piezas. La cantidad de cada denominación se planea de acuerdo con la demanda del público, la necesidad de reemplazar las piezas deterioradas y el nivel de inventario que se requiere.