Por Héctor Trejo S.
Coneme / Cuando un filme se tiene que valer de una larga lista de clichés que se han usado de toda la vida para estructurar un relato más o menos interesante y más o menos congruentes, debemos tener en cuenta que le faltó un poco de creatividad, aunque en su desarrollo trate de jugar con esos estereotipos del defeño que para los habitantes del resto del país, resultan característicos… esa es línea temática de “Chilangolandia”, la cinta escrita y dirigida por el egresado del Centro de Educación Artística (CEA), Carlos Santos.
El filme protagonizado por Silverio Palacios, Liliana Arriaga la famosa Chupitos y Luis Felipe Tovar, indaga en la vida de una familia que por obra del destino -y de la equivocación de un guarura- recibe mucho dinero destinado al soborno de un poderoso juez, por lo que comienzan una dinámica de vida compleja, en medio de la persecución y el escape.
Se trata de una comedia, en la que sin duda, el fabuloso Silverio Palacios, destaca por su calidad histriónica, aunque el resto no demerita en el trabajo actoral. Es cierto que los clichés son captados de manera constante y a veces exacerbada a lo largo de los 93 minutos que dura el filme, sin embargo, la gran mayoría de ellos son encajados de manera creativa por el director, sin que esto signifique que es una película de gran calidad, más bien hablamos de un largometraje entretenido.
La simbología que se muestra en el filme teniendo en primer plano a la llamada cultura chilanga, parece extraída de una serie de memes, que se van hilando de apoco para construir un relato, el cual, al final empalma a varias historias en torno al dinero mal entregado con el que comienza el argumento, volviendo a “Chilangolandia” una suerte de película exótica y para quienes no conocen del todo a las costumbres y tradiciones de la Ciudad de México, incluso compleja para decodificar. En suma es un filme atípico, que pasa por momentos bastante buenos, aunque también tiene ratos que terminan por saturar al espectador con tanto bombardeo de estereotipos. El ritmo no permite que sea una cinta tediosa, por el contrario, concluye como un relato interesante y divertido, aunque con algunas fallas argumentales.
Habrá quien considere que es una cinta hecha para los extranjeros, pues deja clara la evidente cultura chilanga, manifestada de forma desmedida y burlona, aunque en momento, como en el caso del traslado del San Juditas en la espalda, andando por las calles de las gran metrópoli, de forma solemne y eso es parte del respeto que le da Carlos Santos a la CDMX y sus habitantes. Un filme recomendable para los amantes de la comedia un poco exagerada, aunque no al grado de pastelazo, pero que quieran reír con las peripecias de un grupo que asume las actitudes que todos los días vemos en las calles de esta gran Ciudad.