Por Alberto Woolrich
Coneme / Al ilustre Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, — adjetivo que le place escuchar de sus indoctos seguidores—, le anticipo mi personal confronta por su nebulosa forma de gobernar despreciando la letra de la ley. No entiendo, ni quiero entender a Don Andrés. Primero sostuvo que iba a combatir la corrupción propiciada por el neoliberalismo y la cuál insertó a la narcopolíitica en las actividades de las instituciones del estado mexicano; y ahora afirma en tesis diametralmente opuesta: “abrazos, apapachos y besos” a la delincuencia”. ¿Será éste un sofismo propio de la política egresada de la Cuarta Transformación de la República? ¿Un planteamiento dialectico del Poder Ejecutivo?. O ¿Una aberración más para desconocer el contenido y espíritu de nuestra Constitución Política?.
En honor a la verdad no sabría precisar si el Poder Ejecutivo, pretende llegar a ser algún día “un presidente ejemplar”. De ser así, se le olvidó de plano su responsabilidad expresada al juramentar sobre nuestra Carta Magna el cumplir a cabalidad con la letra de la ley, o se confundió lamentablemente y de plano en el análisis de las diferentes corrientes del pensamiento democrático no llegando a conocer, ni comprender los elementos dispersos de la realidad de nuestro México lacerado por la narcopolítica, confundiendo lamentablemente los datos que maneja o le dicen que maneje, en relación a esos intereses obscuros y absurdos de tan execrable fenómeno. Sabrá el Señor Presidente de la República Mexicana que siguiendo sus “datos” han transcurrido años de su gobierno. Ahora en México existen datos evidentes de que su “grandeza” como “presidente” se está desvaneciendo por no combatir de manera viril el fenómeno de mérito, que ha padecido y sigue padeciendo en carne propia nuestro sagrado suelo, su mandato jamás ha hecho nada positivo para el pueblo de México a fin de erradicarlo, sólo ha dado continuidad a esa cadena de complicidades para brindar impunidad al narcopolítico que debería de encarcelar.
Aún se recuerda con asombro —en ese aspecto— el lapidante discurso que pronunciara en el balcón central de Palacio Nacional, cuando en alarde de elocuencia histórica afirmo: “ por estas razones y por muchas más, combatiré el origen de la corrupción del neoliberalismo, para el recuerdo hasta el final de los tiempos”. Palabras pronunciadas al viento de éste político incumplido, el cuál como Presidente de la República ha demostrado y denotado una falta de talento para cumplir con su palabra, motivando con ello la repulsa inmediata de quienes queremos ver un México diferente, un México libre de corrupción. No obstante todo ello, estoy cierto de que las humeantes cenizas de la justicia, emergerán dada la sólida conciencia nacional que grita para siempre ¡¡¡Queremos un México libre de corrupción!!!. Actualmente, ni la historia jurídica nacional, ni las motivaciones de sus héroes, ni ninguna norma legal de aplicación estricta, tienen vigencia en la vida política de México. Padecemos contrario sensu demagogia, falta de memoria.