Por Alberto Woolrich
Coneme / Los mexicanos no podemos, ni debemos enterrar, ni desconocer, así nada más, los refulgentes ideales de la justicia, contenidos en el espíritu de nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, por mucho que opinen en contrario algunos seguidores de la Cuarta Transformación de la República. No debemos ignorar, que la Carta de Carranza de 1917 nos legó los principios que dan substancia a la libertad de expresión, a la justicia gratuita, lo cuál deben de acatar jueces, magistrados, agentes del ministerio público, fiscales, etc., etc..
De todos es conocido, que ello no acontece así, que existen muchos ministriles que auspiciaron, toleraron, participaron y aplaudieron la llegada de la corrupción al medio de procuración e impartición de justicia, que detentaron y vivieron de ese poder omnímodo contrariamente a los legítimos intereses del pueblo, de sus leyes y de México. El espíritu de nuestras normas y el pensamiento de nuestros héroes, no son producto del prejuicio y de la pasión, sino de la más serena reflexión histórica, jurídica y política, por ello es que los Constituyentes de Querétaro retomaron sólidos ideales de nuestros ancestros y plasmaron el artículo 17 en nuestra Ley de Leyes.
Hay funcionarios del medio de justicia que no cuentan ni con inteligencia, ni con capacidad para poder llegar a comprender lo que todos entienden, dado lo expresado en dicho numeral. Como bien decían nuestros catedráticos universitarios: “media quod omnes intellegunt”; a esos indignos, sólo les importa, sobre todo, demostrar su inferioridad moral y con ello obtener sus ganancias incorrectas, lo que convierte a nuestros templos de justicia en casas de mala nota, de asignación, de prostitución. Ésta circunstancia, que deriva de trastocar nuestro más elevado texto constitucional, no ha podido ser combatida por la Cuarta Transformación de la República, por aquellos ansiosos de poder y votos que quieren otra vez conservar los vicios del neoliberalismo, para poder influir en todas las decisiones que los favorezcan y sean posibles.
La corrupción nunca ha servido a los intereses del pueblo, de la democracia, de la ley, de México. Para esos agentes del ministerio público, fiscales, jueces, magistrados y ministros indignos, para todos ellos la corrupción es una circunstancia más que favorable. Su lealtad no está con México, sino con la inseguridad, con la delincuencia, con la narcopolítica, con la ignorancia y con el neoliberalismo el cuál personifican. La Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C., está cierta que nada en verdad ganamos los mexicanos con esos fenómenos de corrupción que no se quieren combatir. Con rezar mil rosarios y abrazar a los delincuentes no se retomará el camino de dignidad que nuestra Patria requiere.
México tiene salvación, pero aplicando la ley, no con consultas.