Por Alberto Woolrich
-Con el aplastante peso de su enorme sabiduría, el ilustre pensador Seneca en el ayer nos dijo: veritatem dies apelit, lo que traducido al castellano quiere decir: El tiempo descubre la verdad.
Coneme / Triste espectáculo es y fue el comprobar como el fenómeno de la narcopolítca se infiltró en el órgano de justicia que debería haberlo combatido, fue muy deprimente percatarse como la Procuraduría General de la República, acabó en moneda de cambio, de cuotas al servicio del poder del narcotráfico, pero lo más indignante, reprobable y censurable fue que nadie hizo nada y lo toleró, lo encubrió, lo aceptó, lo aplaudió, lo reconoció pero jamás quiso investigarlo, indagarlo, sancionarlo.
Fueron y son tiempos de vergüenza de los que México se encuentra obligado a escapar, evitando con ello más contaminación, más corrupción, más vejación, más indignidad, para ello la abogacía independiente de la República tiene y debe de continuar alzando la voz de protesta a fin de poner en prisión al responsable de ello. Resulta más que suficiente y bastante el clamor existente en todo el Territorio Nacional a fin de obtener justicia, seguridad, legalidad, respeto a la ley y a México consecuentemente, la justicia no debe ser ya una asignatura pendiente. Es la base primigenia de la aplicación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, ahora ya no se trata de palabras expresadas con son demagógico. Se trata de aplicar la ley y de manera bien tangible y transparente, decente y eficiente, se trata de aceptar la realidad, se trata de respetar la dignidad de México.
Ahora la ley debe ser aplicada conforme a estricto derecho. Hay que arreglar a nuestra Nación evitando más complicidades de infamias, más abstenciones de ser encubridores del fenómeno de la narcopolítica. México requiere defender su dignidad, nuestra Nación no puede continuar ni inerme ni indefensa, ante el fenómeno de indignidad propiciado por un vil protector de sus amigos narcotraficantes. Simplemente México requiere que Andrés Manuel López Obrador evidencíe la voluntad política para destruir ese indigno poder y convertir a nuestra Nación en un ente de grandeza.
México no puede dar continuidad a ese problema, no puede seguir cargando una piedra, una roca que lo está hundiendo. No se puede seguir pidiendo autorización o consentimiento a los delincuentes para investigarlos, para encarcelarlos, para procesarlos y sentenciarlos, no se puede seguir dando validez a una mal entendida Razón de Estado que solamente es una razón de autoprotección para la narcopolítica. México no puede estar sin justicia. Absolutamente todos los abogados sabemos y lo sabemos muy bien que cuando entran en confronta dos intereses opuestos como pueden ser la razón del estado que argumentaron los narcopolíticos insertos en el neoliberalismo y el de la averiguación de la verdad por conductas delictivas graves, la indagación de la verdad triunfa, porque ella llevará a triunfar a la justicia.
Por tanto, jamás debe de darse continuidad a la tesis que se sostuvo en el neoliberalismo de obstaculizar todo intento de indagación a ese fenómeno lesivo para nuestra Patria. Solo hay que traer a colación lo que la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C., ha venido sosteniendo desde antaño: “El estado de derecho tiene como fin principal y único poner fin, extinguir a la llamada inmunidad del poder del narcotráfico”. Como bien dijo Seneca el tiempo descubre la verdad y ya es tiempo que se sepa, se indague, se interrogue, se aporten pruebas de responsabilidad, se ejercite la acción penal correspondiente, se encarcele, se condene y se pudra en prisión el narcodelincuente que utilizó la justicia para enriquecerse y humillar a México. Hora es ya.