Por Alberto Woolrich
Coneme / Hace ya siglos de distancia y para ser concreto en el lejano año de 1602, que el ilustre togado Loysel, publicó su inolvidable obra titulada “Dialogos de los Abogados del Parlamento de París”, que bien valdría la pena leyera y entendiera Alejandro Gertz Manero, hasta ahora Fiscal General de la República, quizá con ello logrará comprender, cosa que dudo, que: “El abogado ha de ser ante todo hombre ilustrado que debe de examinar todos los documentos que obren en su estudio, para conocer con ello como resolver los problemas que aquejan a su Patria”.
No obstante sus pocas entenderas, debe tener presente, que en esa obra los abogados imitaban a los antiguos, los cuáles no buscaban palabras incomprensibles a fin de salvar a la Patria; en esa magna obra se censura el disfraz con los que ciertos políticos vestían sus discursos a fin de disimular su ignorancia de aquellos problemas que agraviaban a sus terruños y que muy por encima de su desconocimiento hay una “elocuencia grande y divina” que se enriquese con el amor a la justicia, con el amor a su Patria.
Veámos:
Lo que México desea es que el Fiscal General de la República sepa integrar a la perfección una carpeta de investigación en contra del delincuente representante e iniciante del poder del narcotrafico a fin de llevarlo a un buen juicio, anticipandose o contestando la defensa que el narcopolítico pueda hacer valer a futuro y cuando haya que alegar, examine y exponga todas las circunstancias y particularidades de la causa criminal que beneficie a México, analizando con cuidado cada prueba de responsabilidad recabada y que nunca lo proteja, como en el neoliberalismo fue protegido por sus pares, reforzando su actuar con argumentos pertinentes, de autoridad formal y exacta, basada en textos de derecho, sin obscurecerlos con complascencias, como hasta la fecha lo han efectuado. Más aún, si el delincuente narcopolítico era miembro de una institución, condenarlo y no protegerlo brindándole impunidad, lo cuál deviene en una aberración jurídica y en un insulto para la Patria.
Si todavía se quiere suponer que la Cuarta Transformación vive en un auténtico regimen de derecho, que se abstenga de pensar incorrectamente que no existe base para juzgarlo, cuando en los archivos de su Fiscalía obran toda clase de constancias que revelan la responsabilidad penal en la que incurrió su protegido, ello sólo nos habla de otro eslabón en esa cadena de complicidades para continuar arropando a la narcopolítica.
El Presidente de la República, que tan acusioso dice ser para combatir la corrupción, debiera de investigar las razones políticas de éste extraño comportamiento, que en lugar de honrar, deshonran a la imagen jurídica y política de nuestra Nación. Ojalá que corrija ese entuerto de una actuación que sigue siendo pésima, ello no es lo congruente con el pensar de nuestro México.
El pueblo no está, ni estará satisfecho, hasta que se haga justicia plena.