4.- INFORMACION.- DAVID DEOLARTE SALTO. 29-07-2020 .- DIGITAL. Fotos del Abogado Alberto Woolrich.

Por Alberto Woolrich

Coneme / La expresión jurídica contenida en las palabras “Imperio de la Ley”,

como bien es sabido en Derecho, deviene de un origen anglosajón y

supone una traducción literal o casi literal de la muy conocida voz

inglesa “Rule of Law” que resulta ser el equivalente a -Estado de

Derecho-, lo que hace más entendible la interpretación que se acaba

de asentar. Son múltiples las togas que ponen de manifiesto la

substancial diferencia existente entre el modelo constitucional de la

lengua inglesa y la nacional. Nuestros jueces, resultan ser funcionarios

públicos. En éste entendido constitucional a ellos se les exige una

incondicional sumisión a nuestra Carga Magna, dado a ello no es

factible dejar esa expresión de voluntad popular en manos de un poder

diferente del judicial.

Es por ello inadmisible que en nuestra Norma Constitucional, se

pretenda ahora la intromisión del Poder Ejecutivo en actos de estricta

justicia. Lo que México exige es que se aplique e interprete la ley por

jueces y magistrados que representen y defiendan nuestra

Constitución Política. En definitiva que se sometan únicamente al

imperio de la ley y que desde sus elevados sitiales apliquen criterios

que otorguen una legitimación democrática.

La Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México,

A.C., jamás podrá ni deberá de estar de acuerdo con las visiones e

injerencias del Poder Ejecutivo y Legislativo en cuestiones y opiniones

de justicia, ello solo le compete al –imperio de la ley–. Ese imperio

jamás debe de acatar sumisión a ocurrencias e indignidades de

poderes que quieran menguar ese –imperio de la ley–.

Se quiera o no, nuestro Poder Judicial Federal, cumple con una función

jurídica creadora al aplicar e interpretar el derecho, aunque no sea en

el sentido que el Ejecutivo y Legislativo pretenden.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos no ofrece

dudas al respecto. Las togas de justicia únicamente se encuentran

ligadas al Estado por una obvia relación de servicio, irreconciliable con

un sometimiento que sea ajeno al –imperio de la ley–.

Dado lo antepuesto resulta indignante y reprobable que a nuestros

jueces el Poder Ejecutivo pretenda enturbiar, con sus opiniones su

sentido de justicia, que no puede ser diverso, que el de aplicar o

interpretar el ordenamiento jurídico a favor siempre de la justicia, la

cuál es inherente a la dignidad de México.

Ojalá ello así lo entienda algún día nuestro señor Presidente de la

República.