Por Alfredo Martínez de Aguilar

  • Al torcer la letra y espíritu de la Constitución General de la República con su decisión
    anticonstitucional, los ministros, se han convertido en sepultureros de ésta, que juraron respetar.
  • A ello se suma la grave incertidumbre provocada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
    Federación al tirar la encuesta del INE por la dirigencia de Morena, por presiones externas.

Creada la Guardia Nacional como guardia pretoriana del Presidente Andrés Manuel López Obrador
y sometido el poder legislativo federal, la siguiente acción demoledora es controlar el poder
judicial.
Ello explica con claridad las estrategias establecidas como consignas en el Plan de Conquista de
América Latina del Foro de Sao Paulo, que busca imponer una dictadura comunista en México.
No es, de ninguna manera, una hipótesis jalada de los pelos o producto de un sueño de opio, sino
del análisis objetivo de los acontecimientos que vivimos cotidianamente en la República Mexicana.
Dinamitar las instituciones nacionales es el objetivo final. Para nadie es desconocido que es genial
la perversidad del Primer Mandatario y de sus incondicionales y correligionarios más cercanos.
Por ignorancia, ingenuidad, apatía, cobardía o complicidad, los legisladores opositores a la mayoría
de Morena facilitan la futura sustitución del Congreso de la Unión por la Asamblea Popular
socialista.
Lo mismo ocurre con la mayoría de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
(SCJN), por complicidad y corrupción, al prohijar la supresión de esta y crear el Tribunal
Constitucional.
Al torcer la letra y espíritu de la Constitución General de la República con su decisión
anticonstitucional, los ministros, se han convertido en sepultureros de ésta, que juraron respetar.
A ello se suma la grave incertidumbre provocada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación al tirar la encuesta del INE por la dirigencia de Morena, por supuestas presiones
externas.
Los ministros que votaron por declarar la constitucionalidad de la consulta popular solicitada por
el Presidente AMLO pasarán a los anales de la historia, como enterradores de la Constitución
federal:
Ellos son, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena; Yasmín Esquivel Mossa; Ana Margarita Ríos Farjat; Arturo
Zaldívar Lelo de Larrea; Alberto Gelacio Pérez Dayán; Juan Luis González Alcántara Carrancá.
Se pronunciaron por la inconstitucionalidad de la consulta: José Fernando Franco González-Salas;
Luis María Aguilar Morales; Jorge Mario Pardo Rebolledo; Norma Lucía Piña Hernández y Javier
Laynez Potisek.
El pleno de la Corte declaró constitucional la materia de la consulta popular propuesta por el
presidente López Obrador sobre el posible enjuiciamiento a cinco expresidentes de la República.

No obstante, los ministros que apoyaron la constitucionalidad de la consulta popular reformularon
la pregunta originalmente planteada por el titular del Ejecutivo federal Andrés Manuel López
Obrador.
“La mayoría de los ministros decidió servir de intérprete, no de la Constitución, sino de la
intención del Presidente”, afirma en Twitter @jriscoRisco al retwittear ConsultaParaTodos #CPT.
“Eso era. Ruptura de los principios elementales de un régimen de leyes, precisa categóricamente
Jesús Silva-Márquez en su artículo publicado en el diario Reforma, defenestrado por el presidente.
“La discusión sobre la constitucionalidad de la consulta popular para enjuiciar a los expresidentes
puso a prueba la independencia, la lucidez y el decoro de la Suprema Corte de Justicia. No salió
airosa de ninguna de ellas. Tres fracasos de un tribunal que se muestra sumiso, enredado e
indigno. Teniendo frente a sí, un proyecto tan popular como aberrante, la Corte decidió faltar a su
responsabilidad y congraciarse con el Ejecutivo. Lo dijo con admirable claridad el ministro Luis
María Aguilar quien describió la propuesta como un «concierto de inconstitucionalidades.»
“Las instituciones ayudan a preservar la decencia democrática, dice Timothy Snyder en el lúcido
panfleto contra la tiranía que publicó tras la victoria de Donald Trump. Pero esas estructuras no
suelen cuidarse a sí mismas. No debemos confiar que quienes hablan en su nombre sean custodios
de sus valores y de sus principios. Habría, más bien, que sospechar de ellos en momentos críticos.
Pueden ser torpes para apreciar la amenaza de los autócratas populares; tienden a acomodarse al
régimen que los intimida creyendo que la sumisión estratégica puede salvarlas; son miopes, se
tragan los anzuelos que les ofrecen el déspota y muchas veces, simplemente cobardes para
encarar al enemigo de los equilibrios”.
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